Victoria Flexer: “La minería de salmueras tiene un futuro muy promisorio en la región”
La directora del Centro de Investigación y Desarrollo en Materiales Avanzados y Almacenamiento de Energía de Jujuy (CIDMEJu) dialoga con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ. En esta oportunidad, relata cómo fue su paso por los diferentes centros de investigación alrededor del mundo, cuenta su presente en Jujuy y describe sus últimos trabajos vinculados al metal más disputado de toda la tabla periódica: el litio.
Litio, salmuera y agua dulce
-¿Qué hacen en el CIDMEJu?
-Tenemos tres grandes líneas de trabajo. La primera tiene que ver con nuevas técnicas de minería o nuevas formas de procesamiento minero. Nos enfocamos en la búsqueda de nuevas tecnologías más sustentables, amigables con el ambiente y más eficientes desde un punto de vista técnico-económico. El eje es la recuperación de sales de litio, pero también de otros minerales que puede haber en la Puna, como sales de magnesio y potasio, y boratos. No trabajamos en cualquier tipo de minería sino en la vinculada a las salmueras donde el mineral de interés está soluble. Tengo que remarcar que las salmueras son soluciones salinas muy concentradas, con una salinidad diez veces superior al agua de mar. Por esto, es una minería muy diferente a la tradicional que es la que va a la roca.
-¿Y las demás líneas?
-Bueno, la segunda línea de trabajo tiene que ver con desarrollo de nuevas baterías y dispositivos para almacenamiento de energía, en particular baterías recargables de litio. De ahí se desprenden sublíneas relacionadas a la síntesis de productos de gran valor agregado a partir de los productos de la minería. Por último, hay una tercera línea que tiene que ver con la recuperación secundaria, me refiero al reciclado. Está enfocada en obtener el litio y otros metales que hay en dispositivos tecnológicos; estamos trabajando con baterías agotadas de litio y paneles solares.
-¿Cuáles son los aportes más importantes hasta el momento?
-Nuestro eje más fuerte son las nuevas tecnologías vinculadas al desarrollo minero. Lo que nos interesa es, por un lado, diseñar tecnologías que no tengan que ver con la evaporación del agua, que es lo que se hace actualmente para obtener sales de litio. Al enfocarnos en no evaporar el agua, se nos ocurrió mirar una salmuera de forma distinta.
-¿Cómo de una manera distinta?
-Una salmuera es una sopa multicomponente, con muchos elementos donde el litio es muy minoritario. En general la mayoría de los desarrollos tecnológicos alternativos se focalizan en la recuperación selectiva del litio sin mirar el todo. Es algo así como un “me quiero sacar de encima todo lo demás” y todo lo demás incluye al agua. Pensamos el problema desde otro ángulo, “todo lo demás” también puede tener valor comercial y una utilidad muy importante.
-¿Algún ejemplo?
-Las sales de magnesio y potasio. El magnesio se utiliza en montones de industrias, como las metalúrgicas, de la construcción, también como fertilizantes y en aplicaciones medicinales. El potasio es fundamentalmente un fertilizante. Argentina es un país agrícola que importa volúmenes gigantescos de fertilizantes, de hecho, no hay suficiente producción. Mi idea es desarrollar algún tipo de tecnología que intente la recuperación sucesiva o secuencial de varios subproductos. Si a la salmuera le sacamos todo lo que tiene, en definitiva, simplificará mucho la recuperación a posteriori de las sales de litio.
-¿Y el agua?
-La salmuera contiene agua, aproximadamente, un 75 por ciento en peso. Si se le sacan todas las sales, es posible convertir a una salmuera en agua dulce, como un subproducto de la minería. La salmuera per se, sin ningún tipo de tratamiento, no sirve como agua ni en la industria, ni como riego, ni para consumo humano, ni animal. Hay que tener en cuenta que una salmuera tiene diez veces más sales que el agua de mar: si no se puede usar el agua de mar sin un tratamiento, menos se va a poder utilizar la salmuera. Sacar las salas como producto secundario daría como resultado agua de baja salinidad que podría usarse para riego, para procesos mineros que suelen necesitar agua y esto mejoraría la calidad de vida de la gente que vive en la Puna, ya que el agua no es abundante.
-Su equipo se destaca por tener investigadores e investigadoras que provienen de diversas latitudes…
-Somos ocho investigadores e investigadoras del Conicet, formados en distintas partes del país. Soy la única nacida en CABA y formada en la UBA. En el CIDMEJu también trabajan Álvaro Tesio, formado en la Universidad de Rio Cuarto, Pablo Orosco formado en Salta, con un doctorado de la Universidad de San Luis que, al formarse el instituto, se vino para acá. Walter Torres nació y se formó en Santiago del Estero y el doctorado lo hizo en Tucumán. César Díaz Nieto es Jujeño, hizo el doctorado en Rio Cuarto y se sumó también. Ana Laura Páez Jerez se doctoró en Tucumán, Carolina Arrua es Biotecnóloga y doctora en Química de Rosario y Laura Vera tiene un doctorado en Química de la Universidad de La Plata. El personal técnico es de Jujuy, así como los posdoctorandos y tesistas de grado y doctorado.
-El Instituto que dirige es ampliamente federal. ¿Cómo ve el futuro de este tipo de minerías?
–La minería de salmueras tiene un futuro muy promisorio, no solo en Argentina sino en la región. La demanda a nivel mundial de sales de litio va continuamente en aumento; debe ser uno de los minerales que tiene la mayor tasa de crecimiento a nivel mundial. Es más, se estima que hay una duplicación de la demanda cada cuatro o cinco años y por lo tanto mucho interés de las empresas que van a necesitar este mineral en el desarrollo de los proyectos mineros.
-Y Argentina, en este sentido, podría desempeñar un rol estratégico.
-Es que la minería a partir de salmueras es técnicamente más sencilla y económica, si se la compara con la que se basa en la roca. Por supuesto que nos gustaría jugar un rol importante y tenemos varios proyectos que tienen que ver con el desarrollo de nuevas tecnologías de procesamiento. Porque, al margen de las cuestiones ambientales en debate, las tecnologías actuales son bastante ineficientes. Por este motivo, las empresas están muy interesadas.
De aquí, allá y todas partes
-¿Cómo es que alguien que nació en CABA e inició su carrera científica en plena ciudad terminó trabajando en una zona como la Puna?
-En realidad, trabajo en la provincia de Jujuy. El instituto está ubicado en Palpalá, que queda 18 kilómetros al sur de San Salvador de Jujuy. La Puna es una parte grande de la provincia y está ubicada a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar. Ahí están efectivamente los salares. Pero lo cierto es que siempre fui inquieta. Hice mi carrera de grado y doctorado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y luego realicé tres estancias posdoctorales en el extranjero: la primera en Bordeaux, Francia, durante 3 años. Después estuve casi dos años en la Universidad de Queensland en Australia y finalmente un poco más de dos años en la Universidad de Ghent en Bélgica.
-¿Y Jujuy cuando llega a su vida?
-Hay un costado personal y otro profesional. Desde lo profesional, supe por diferentes fuentes que se estaba pensando en la creación de un centro de investigación y desarrollo vinculado a áreas de la química en la provincia. Me decían que no había nadie y que era una buena oportunidad. Era un desafío crear algo desde cero, pero me pareció que era muy conveniente para gente joven. Desde mi punto de vista, en muchos lugares y, particularmente en Argentina, podes acceder a un puesto de investigación, pero eso no garantiza una independencia científica. Por cómo está estructurado el sistema científico, muchas veces no existe la posibilidad de llevar adelante líneas de investigación que uno necesariamente quiere porque los puestos no vienen acompañados de un financiamiento que permitan el establecimiento de grupos de investigación ni garantizan la llegada de becarios y becarias para realizar trabajos de tesis. Muchos centros de investigación tienen grandes directores de grupos que, si bien tienen muchísima experiencia, también acaparan muchísimo y son, de alguna forma, una limitación para la independencia de quienes están por debajo.
-Un lugar nuevo significaría, entonces, más independencia…
-Sí, claro. Además, está la Universidad Nacional de Jujuy, con graduados de las carreras de ingeniería, y eso daba también un pool interesante de personas para realizar trabajos de tesis doctoral.
-¿Y el costado personal?
-Bueno, a mí me gusta mucho el aire libre. Me entusiasmaba la posibilidad de vivir en un lugar con acceso directo a la montaña. En el exterior nunca viví en grandes ciudades, sino en sitios mucho más chicos que Buenos Aires, pero que brindan una mejor calidad de vida. También hay que decir que hubo un tercer ingrediente y es que fui bastante crédula, me hicieron muchas promesas sobre mi trabajo en Jujuy que no se cumplieron; sin embargo, otras sí y eso es muy bueno.
-¿Qué aprendió de cada experiencia?
-La importancia que se le da a la escritura de subsidios y el hecho de manejar proyectos grandes son cosas que tienen mucho que ver con la “cocina de la ciencia”. Por ejemplo, me di cuenta que el sistema francés es muy similar al argentino, en la medida en que se enfoca en lograr planta permanente y tiene un costado muy positivo. En cambio, el sistema australiano es más parecido al de Estados Unidos, que se centra en los grandes subsidios con los que podés no solo comprar reactivos y equipamiento, sino también pagar los salarios de los investigadores. Como hay poca planta permanente, los investigadores están buscando fondos de manera constante, incluso, para pagar los propios salarios. Eso hace que mucha gente se caiga del sistema.
-Imagino que para las mujeres debe ser muy difícil.
-Desde el punto de vista del feminismo es algo muy negativo. Hay grandes choques con las licencias por maternidad porque el subsidio que más dura es de tres o cuatro años. Si llegás a tener dos hijos seguidos, te caes del sistema. Se puntúa mucho a la producción de resultados inmediata porque hay que demostrar rápidamente lo que estás haciendo. Eso irremediablemente quita libertad para los proyectos un poco más ambiciosos que tardan más en producir resultados.
-¿Qué puede decir con respecto al sistema local?
-Pienso que si bien ha habido muchos avances interesantes en los últimos ocho o nueve años, sigue faltando mucho. Uno de los aspectos que hay que modificar, en mi opinión, tiene que ver con la gestión. Algo que voy a repetir hasta el hartazgo es que estamos malgastando tiempo de científicos y científicas que fueron formados para trabajar en química, física, biología, sociología o economía, en llevar adelante trámites que son muy complejos y que consumen muchísimo tiempo. En mi caso particular, dedico gran parte del tiempo a cuestiones de gestión y, si bien eso termina contribuyendo a que se haga ciencia, resta tiempo para el análisis de datos y la discusión de resultados científicos.