Investigadoras de Tucumán buscan combatir la contaminación sonora

Se trata de una problemática que trae consecuencias físicas y psicológicas. Plantean el empleo de mobiliario urbano y asfalto con características fonoabsorbentes.

Grupo de Hábitat Sustentable y Sustentabilidad. Créditos: Conicet.
Grupo de Hábitat Sustentable y Sustentabilidad. Créditos: Conicet.

Bocinas, motores, música a través de parlantes y auriculares…¿qué pasa cuando los sonidos de las ciudades son tan altos que se vuelven perjudiciales para la salud? Según la Organización Mundial de la Salud, el nivel de ruido para garantizar una buena salud y bienestar no debe superar los 65 decibeles (dBA); sin embargo, la realidad dista mucho de este número. En este marco, investigadoras del Conicet NOA Sur y del Grupo de Hábitat Sustentable y Saludable (GhabSS) de la Universidad Nacional de Tucumán indagan el impacto que la contaminación sonora tiene en Tucumán y proponen diversas estrategias para mitigarlo.

La contaminación acústica se refiere a la presencia en el ambiente de ruidos que implican una molestia, riesgo o daño para las personas o que causan efectos significativos sobre el ambiente. La OMS plantea que se trata de un problema creciente para la salud pública a nivel mundial y ejemplifica con su impacto en la Unión Europea: cada año ocurren 12 mil muertes prematuras debido a esta causa.

Con esta problemática en mente, las científicas ofrecen diversas estrategias para tratar esta contaminación en Gran San Miguel de Tucumán, que abarca los municipios de Capital, Yerba Buena, Tafí Viejo, Banda del Río Salí y Alderetes, y comunas. “Entendemos que la contaminación acústica involucra cualquier localidad, sin importar su tamaño, por lo cual debe ser comprendida y atendida por la sociedad en su conjunto”, explica Beatriz Garzón, investigadora independiente de Conicet y directora del GhabSS, a la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.

Así, proponen la implementación de asfalto y mobiliario urbano, como bancos, maceteros, barreras y carteleras, con características fonoabsorbentes, es decir, que absorbe o disminuye los ruidos ambientales. En el caso del asfalto, “se trata del pavimento tradicional, que suma una capa elástica y una capa porosa como terminación. Está comprobado experimentalmente que la porosidad influye de manera directa en la reducción del ruido de rodadura a través de la absorción acústica”, describe Garzón.

También, plantean la utilización de pantallas acústicas que no solo son beneficiosas en términos sonoros sino que presentan características ambientales, estéticas y ecológicas. Asimismo, consideran necesaria la distinción de vías de circulación, de acuerdo a la carga y uso del transporte; la reducción del número de carriles en el microcentro para evitar el paso de transporte público o de grandes camiones; y el ensanchamiento de las veredas para priorizar a los peatones.

La importancia de estas estrategias es mayor si se piensa en las consecuencias de la contaminación acústica. Los 65 dBA recomendados por la OMS representan el sonido que produce el diálogo de un grupo de personas en voz muy alta o el que se percibe en un restaurante abarrotado sin tratamiento acústico. Si la exposición durante un período prolongado es superior, puede producir daños graves o irreversibles en el oído, como pérdida de audición o aumento de la presión arterial. 

Medición acústica. Créditos: Conicet.
Medición acústica. Créditos: Conicet.

Además, las personas afectadas pueden sufrir desde molestias crónicas y alteraciones del sueño hasta enfermedades cardíacas, trastornos metabólicos, como diabetes, o problemas de salud mental, como el estrés.

Para el interior de las casas también

Las investigadoras incluso dan algunos ejemplos de lo que se puede hacer al interior de las viviendas para soportar el ruido de afuera. A saber, mejorar la aislación de las paredes a través del agregado de masa a los cerramientos, como una capa de ladrillo, tabique de yeso cartón con lana de vidrio u otro material aislante; el uso de un cielorraso con aislante termoacústico para los techos; o conservar o mejorar las carpinterías existentes, es decir, mantener en condiciones los burletes o procurar que no queden espacios entre el marco y las hojas de las carpinterías.

“La educación respecto a la contaminación acústica es importante para la convivencia en la ciudad por lo que también recomendamos no generar ruidos molestos a deshora”, afirma Garzón. Además, considera imprescindible llevar adelante acciones de concientización sobre los riesgos que implica el ruido y desarrollar e implementar normativas que lo regulen. En este sentido, aporta que se ha avanzado con algunos municipios en Actas de Acuerdo para el trabajo en conjunto. 

Otro camino hacia un mundo más sustentable

“En los últimos diez años no se consideraba el contaminante ‘ruido’ en las normativas de protección del ambiente. Pero, como la industrialización en las ciudades ha crecido y evolucionado, en todos los países del mundo se han elaborado normas y estatutos que se encargan de la protección del ambiente contra el mismo”, cuenta Garzón. Y continúa: “Los esfuerzos más serios de las comunidades internacionales se traducen en la profundización de los estudios sobre causas y fuentes de origen, deterioro y políticas de prevención y control de la contaminación sonora”.

En Argentina, explaya la científica a la Agencia, se implementaron modificaciones en ordenanzas destinadas al control del ruido en espacios exteriores e interiores y se desarrollaron nuevas leyes. Además, se llevan a cabo “Mapas de Ruido” que son gráficas interactivas que permiten visualizar qué espacios son más ruidosos en cada distrito, como es el caso del de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


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Luciana Mazzini Puga

Licenciada en Comunicación Social (UNQ).