Bajada de línea: ¿Es posible el adoctrinamiento en las universidades?

En este artículo, el docente e investigador de la UNQ y la UNLP Daniel Busdygan comparte su perspectiva sobre un “hecho fácticamente imposible”.

Créditos: Lleca.
Créditos: Lleca.

Supongamos que las universidades públicas adoctrinan, por varias razones, y sin dudas, concluiríamos que es inmoral. ¿Pero puede ese supuesto ser factible? Evidentemente, no es algo por lo que debamos preocuparnos porque el adoctrinamiento no solo no es un hecho poco probable sino que es fácticamente imposible. Si entendemos que el adoctrinamiento es el proceso de impartir sistemáticamente conocimientos consistentes con cierto conjunto de creencias, opiniones o ideologías sin que se permita el cuestionamiento o la estimación de otras perspectivas, debemos preguntarnos: ¿cómo algo así podría llevarse adelante coordinadamente en un conjunto de más de cincuenta casas de altos estudios que en su interior tienen cientos y cientos de carreras que se extienden a lo largo y lo ancho de todo el país?

Es difícil seguir sosteniendo la tesis del adoctrinamiento cuando se pone sobre la mesa qué cosas están implicadas para que sea atendible esa imputación. Es más, aún sigue siendo complejo sostener algún compromiso serio con esa idea si reducimos el zoom a una única universidad donde se dictan varias carreras, existen decenas de cátedras y asisten miles de estudiantes. Parece difícil comprometerse seriamente con esa idea. Por tanto, ¿o la tesis del adoctrinamiento universitario es falsa o existe un mecanismo orwelliano encubierto para lavar cerebros que no habíamos advertido hasta ahora?

Por diversas circunstancias, la naturalización de afirmaciones falsas como la del adoctrinamiento en las universidades termina teniendo, equivocadamente, algún lugar en el mundo de las ideas atendibles y razonables. Y para algunos, no solo es una idea plausible sino que está en el lugar de las incuestionables. Esa naturalización amplía el rango de lo verosímil incorporando de forma rápida ideas falsables que se derriban con un análisis simple. Es un síntoma de estos tiempos donde las lógicas de la información apuestan a la celeridad del consumo de las noticias dirigidas a racionalizar emociones y se valen del sesgo de confirmación- allí se consolidan las burbujas digitales y las cámaras de ecos donde se repite, con diferentes tonos y fuerzas, siempre lo mismo.  

Ideas para refutar pseudotesis

Repongamos una serie de ideas clave que permiten seguir refutando la pseudotesis de que las universidades pueden adoctrinar.

En primer lugar, debe considerarse el hecho de la pluralidad de experiencias humanas. La universidad es un espacio diverso donde convergen personas con trasfondos culturales, sociales, económicos y políticos variados. Esa diversidad que enriquece el ambiente académico y fomenta el intercambio de ideas y perspectivas está muy lejos de ser un ambiente propicio para el pensamiento único. La multiplicidad de voces y de opiniones que conforman los claustros de los variados entornos universitarios a lo largo y ancho de todo el país no son un ámbito propicio para ningún tipo adoctrinamiento.

En segundo lugar, y a esta altura del siglo XXI, debe establecerse un fuerte rechazo a la idea de que las personas puedan ser concebidas como tabulas rasas. La noción de que nuestras mentes son como una hoja en blanco que se llena con información externa sin que medie algún filtro es insostenible desde el punto de vista científico y filosófico.Nadie en el mundo académico sostiene algo así. La psicología y las ciencias cognitivas muestran que nuestras experiencias y contextos sociales influyen en la forma en que interpretamos y procesamos la información. Asimismo, pensar que las personas solo se forman por lo que les dicen y deben leer en la universidad es tener una idea equivocada de cómo son las personas que consumen información en el presente. Sería interesante ver cómo las personas serían dirigidas hacia un pensamiento único cuando la información fluye por varios canales y la pluralidad está disponible en sus celulares.

En tercer lugar destaquemos, ¿qué tipo de entorno es el entorno universitario? Se trata de entorno peculiar donde se busca promover el debate abierto a través de una argumentación informada. El diálogo crítico que se cultiva, y se cosecha, es condición de posibilidad de un espacio que promueve la autonomía intelectual de sus estudiantes a la vez que sostiene democráticamente la representación de los distintos claustros. Allí se pueden cuestionar supuestos, evaluar evidencias de manera rigurosa y llegar a conclusiones fundamentadas. Véase, las universidades son espacios donde la autonomía que se cultiva es un contrapeso natural contra cualquier intento de adoctrinamiento. Es muy difícil no concluir que las universidades son verdaderos espacios donde se realiza el ejercicio de una libertad plena.

Por último, la investigación y los procesos de selección y permanencia de quienes enseñan e investigan en la universidad están sujetas a un escrutinio riguroso por parte de la comunidad académica. Eso es algo que se puede evidenciar empíricamente por los resultados que se obtienen en publicaciones y reconocimientos a nivel internacional. Si hay algún espacio justificadamente meritocrático se trata de ese espacio dentro de la universidad, aquel donde se reconoce que el acceso a cargos debe estar basado en el mérito académico, se promociona el esfuerzo y el talento, y se garantiza la igualdad de oportunidades.

La verdad en disputa

Considerar que es posible un adoctrinamiento por parte de la universidades es un error que se suma a otros tantos preocupantes errores que parece síntoma de estos tipos. Mientras se suman a los discursos terraplanistas, antivacunas, antievolucionistas, como posiciones atendibles, las universidades terminan siendo útiles para poder desactivar esas formas anti iluministas que conllevan detrás una pedagogía política de la simplificación del pensamiento y de la polarización social.

Cuando se simplifican por demás las cosas, muchas veces terminan de pasando la parte por el todo. Por ejemplo, si alguien publicase algún video de treinta segundos de algún docente universitario discutiendo alguna posición política, de ahí saltan a dos conclusiones rápidas (e indiscutibles): eso es  adoctrinamiento y las universidades adoctrinan. Lógicamente, el modo de hacer esa inferencia es equivocadísimo. Pero qué importará pensar correctamente si detrás de ello está el propósito central: reforzar miradas maniqueas en un mundo complejo al cual se invita a pensar en clave de blanco y negro. Detrás la promoción de esta forma de pensar hay una pedagogía política que lejos está del pensamiento crítico que cultivan las ciencias en sus universidades.

En esa forma de pensar la realidad, es frecuente la deslegitimación de las instituciones establecidas. Sobre ellas, la operación es la misma: hacer pasar la parte por el todo, primero desprestigiarlas y luego, cuando algo no anda -antes de mejorarlo o arreglarlo- se escoge cerrarlo, o desfinanciarlo para que se deteriore solo. Todo eso nutrido por una retórica emocional que mezcla peras con manzanas, cine con desnutrición y universidades con jubilados.

Quienes denuncian adoctrinamiento conllevan detrás discursos que inefectivamente buscan adoctrinar en un pensamiento único, discursos cuya única fuerza reside en el culto a la personalidad de algún liderazgo carismático y no en la fuerza de los hechos.


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