Según la ONU, los incendios forestales extremos aumentarán un 50 por ciento para fin de siglo

Las consecuencias del cambio climático y las transformaciones en el uso de la tierra impulsan quemas cada vez más frecuentes e intensas en todo el mundo.

Las llamas arden y el bosque se consume. El 25 por ciento del área terrestre del planeta presenta altos índices de degradación. Créditos: Renovables verdes
Las llamas arden y el bosque se consume. El 25 por ciento del área terrestre del planeta presenta altos índices de degradación. Créditos: Renovables verdes

Un incendio forestal es un fuego descontrolado de rápida propagación que afecta a bosques, llanuras, pastizales y pasturas. Según el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), los incendios forestales extremos aumentarán a nivel mundial hasta un 14 por ciento para el año 2030, 30 por ciento para finales de 2050 y 50 por ciento para finales de siglo. Ninguna región está a salvo de sufrir esta problemática, incluso zonas como el Ártico y otras que antes no corrían peligro, ahora están bajo amenaza. En este contexto, sequías, altas temperaturas, baja humedad, relámpagos y vientos fuertes provocan quemas más extendidas. Así, cambio climático e incendios se retroalimentan y exacerban sus consecuencias sobre el ambiente. En Argentina, el 95 por ciento de las quemas son producidas por la mano del ser humano.

El informe del PNUMA Fronteras 2022: ruido, llamas y desequilibrios, afirma que desde 2002 hasta 2016 se quemaron aproximadamente 423 millones de hectáreas de la superficie terrestre de la Tierra por año. El documento también señala que en este lapso hubo más de 13 millones incendios individuales en todo el planeta que duraron entre cuatro y cinco días. En promedio, cada incendio quemó un área de 440 hectáreas a nivel mundial. Según estimaciones, el 67 por ciento del área global anual quemada se encontraba en el continente africano.

La tierra y el fuego

Los cambios en el uso de la tierra es uno de los factores que más impacta a la hora de analizar las estadísticas de los incendios forestales. Por un lado, especialmente en África y Sudamérica, la tala insostenible y su comercio ilegal representa un desafío. Según un informe del Banco Mundial, entre el 50 y el 95 por ciento de la madera se tala y se comercializa de forma ilegal. Esto provoca la degradación de los bosques, lo que implica que todavía existen pero ya no funcionan bien; es decir que ya no filtran el aire que se respira, el agua que se toma ni son capaces de brindar alimentos y refugios a los animales.

A su vez, la deforestación es otro problema relacionado al uso de la tierra: el bosque se tala por completo para realizar otra actividad en ese lugar. En este sentido, la expansión de la frontera agrícola –con el monocultivo de soja a la cabeza– y la ganadería intensiva repercuten sobre el ambiente. En Argentina, la selva chaqueña perdió ocho millones de hectáreas en los últimos 30 años. En la Amazonía brasileña, 2020 y 2021 fueron récord de deforestación bajo el gobierno de Jair Bolsonaro. En noviembre del año pasado, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil informó que la Amazonía perdió 1.323.500 hectáreas de cobertura vegetal entre agosto de 2020 y julio de 2021. 

El 25 por ciento del área terrestre del planeta está altamente degradada o presenta altos índices de degradación. La desertificación y degradación de los suelos a partir del cambio en el uso de la tierra genera alrededor del 20 por ciento de las emisiones mundiales de carbono. En esta rueda inagotable, los climas se vuelven cada vez más cálidos y más secos, generando incendios de largo alcance y con consecuencias casi imposibles de mitigar.

Mejor prevenir que curar

La publicación de Naciones Unidas pide que los gobiernos de todo el mundo adopten una nueva “Fórmula de Preparación para Incendios”. Hoy en día, la respuesta inmediata a los incendios forestales reciben más de la mitad de los gastos correspondientes mientas que la planificación recibe menos del uno por ciento. En el nuevo escenario que se propone, dos tercios del gasto deberían destinarse a la planificación, prevención, preparación y recuperación, y un tercio a la respuesta.

Para prevenir los incendios, el informe realizado por más de 50 autores sugiere la combinación de datos y sistemas de vigilancia, basados en la ciencia, con los conocimientos indígenas locales. También, solicita que se refuerce la cooperación regional e internacional. “El costo real de los incendios forestales (financiero, social y ambiental) se extiende durante días, semanas e incluso años después de que las llamas se calman”, señalan.

En consecuencia, exigen prestar atención a las advertencias y recomendaciones para acciones futuras. “Debemos trabajar con la naturaleza, las comunidades, aprovechar el conocimiento local e invertir dinero y capital político para reducir la probabilidad de que se inicien incendios forestales en primer lugar y el riesgo de daños y pérdidas que surgen cuando lo hacen”.


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Nicolás Retamar

Redactor. Docente y licenciado en Comunicación Social.