Crianza inteligente: cómo educar las emociones puede mejorar el rendimiento escolar infantil

La ciencia explica los beneficios de un enfoque centrado en el bienestar emocional de los niños capaz de potenciar su capacidad para aprender.

En el hogar, los padres pueden fomentar la inteligencia emocional mediante la comunicación abierta, la empatía y el apoyo emocional. Crédito: Shutterstock.
En el hogar, los padres pueden fomentar la inteligencia emocional mediante la comunicación abierta, la empatía y el apoyo emocional. Crédito: Shutterstock.

Por Nadia Magalí Fernández*

El paradigma de la crianza está cambiando hacia enfoques que valoran la inteligencia emocional en los niños y desplazan a las prácticas tradicionales de control conductual. Este cambio se enmarca en lo que se conoce como la cuarta ola del feminismo, que redefine no solo el papel de la mujer en la sociedad, sino también las prácticas de crianza.

Una investigación sobre la incidencia de las emociones en el aprendizaje de niños, niñas y jóvenes en contextos vulnerables, llevada a cabo por científicos de la Universidad de Buenos Aires, concluye que las emociones son esenciales para el desarrollo de patrones de aprendizaje. Este proceso se ve afectado por las emociones, expectativas, inclinaciones, prejuicios, autoestima e interacciones sociales.

Así, emociones, sentimientos y pensamientos interactúan de manera significativa. En este sentido, es importante abordar estas cuestiones en el ámbito educativo para fomentar un ambiente armonioso que promueva el bienestar emocional y el desarrollo académico integral de los estudiantes.

La inteligencia emocional, definida como la capacidad de reconocer, comprender y manejar las propias emociones y las de los demás, es un factor importante para el éxito y el bienestar de los niños. En ese sentido, puede transformar significativamente la manera en que aprenden y se desarrollan.

Según los investigadores, las emociones juegan un papel crítico en la formación de patrones de aprendizaje, incluyendo desde expectativas personales hasta interacciones sociales. Esta interacción afecta el funcionamiento cognitivo de los estudiantes, su respuesta fisiológica y su capacidad para enfrentar desafíos educativos. Por ello, abordar estas cuestiones en el ámbito educativo es fundamental para promover un entorno armonioso que favorezca el bienestar emocional y el desarrollo académico integral.

Educar con empatía

En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, Maira Pellegrino, psicopedagoga y maestra en educación Waldorf, subraya: “La autogestión emocional en los niños es importante porque determina cómo se acercan al objeto de aprendizaje. Enseñarles a conocerse y a respetar sus propias emociones, sus desajustes cuando algo no les sale, poder amigarse con eso y aceptarlo para después seguir creciendo, van de la mano”.

Según Pellegrino, el conocimiento en la infancia se adquiere más por imitación que por lo discursivo. “Los adultos son puentes hacia esas emociones, ellos no las conocen, son nuevas, se van despertando a medida que van aprendiendo”, dice. Y agrega: “Si uno no está en un ambiente amoroso y cálido, no se puede relacionar bien con los objetos de aprendizaje”.

En ese sentido, para que un niño pueda adoptar herramientas de gestión emocional, es clave que encuentre estas cualidades en sus cuidadores adultos. Un infante necesita experimentar las cosas dentro de un ambiente seguro para interiorizar la relación entre actos y consecuencias, desarrollar la creatividad y la imaginación, y enfrentar las limitaciones que causan emociones adversas como el miedo, la tristeza y la frustración. Un niño que desarrolla herramientas de equilibrio emocional a temprana edad mantendrá una buena relación con el saber y fomentará la curiosidad por seguir aprendiendo.

Siguiendo esta línea, la inteligencia emocional influye en la capacidad de los niños para regular sus emociones, relacionarse con los demás, ser creativos y adaptarse a los problemas, y desarrollar herramientas para gestionar el estrés y mantener la concentración frente a los desafíos académicos. Por el contrario, quienes crecen en ambientes vulnerables o disfuncionales son más propensos a desarrollar una mayor sensibilidad al estrés, lo que aumenta la probabilidad de padecer desórdenes en el estado de ánimo y problemas de relación con el entorno.

“Aunque cada uno tiene su propio ritmo de aprendizaje, el entorno armonioso, el rol de los adultos y la validación emocional son fundamentales para marcar una diferencia en su autoestima, aprendizaje y relación a largo plazo con los objetos de estudio”, sostiene Pellegrino.

Así, una crianza inteligente no se trata solo de preparar a los niños para el éxito académico, sino de equiparlos con las habilidades emocionales necesarias para navegar por la vida con confianza y resiliencia.

* Estudiante del Segundo Curso de Profesionalización en Prácticas Periodísticas de la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.


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