¿Qué sucede con los incendios forestales que afectan a Brasil, Bolivia y Paraguay?
Una especialista del Conicet explica la situación que afecta a gran parte de Sudamérica. Causas y consecuencias de un fenómeno con impacto económico, social y ambiental.
Los incendios forestales azotan a Brasil, Bolivia, Paraguay, Perú y el sur de Ecuador. Para entender la gravedad de los acontecimientos, los últimos estudios estiman que más de 100 mil hectáreas del Chaco paraguayo están bajo fuego, al igual que más de 1 millón de hectáreas en Bolivia, 10 mil en el Pantanal y el Amazonas en Brasil, y más de 7 mil hectáreas en la frontera entre Ecuador y el norte del Perú, donde también se registran focos en el sur del país. Mientras que las condiciones climáticas y la acción de los seres humanos permiten explicar las causas, las consecuencias varían de acuerdo a cada región y a cada ecosistema. Aunque se suele generalizar y hablar de estos eventos como algo homogéneo, los efectos cambian de acuerdo a qué tipo de vegetación se está quemando. Para entender cómo se producen y qué impacto tienen estos fenómenos extremos, la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes dialogó con Melisa Giorgis, investigadora del Conicet en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal.
“Aunque suene raro lo que digo, el fuego es parte de muchos ecosistemas en Sudamérica. El problema es el uso y el manejo que hacemos de él con la alta tasa de incendios que hay. Si bien hay una concepción de que el fuego es malo en todos lados, hay ecosistemas que están adaptados. Entiendo que es fácil decir que todos los fuegos son malos, pero depende de qué lugar y qué contexto tiene distintas consecuencias”, resalta la especialista.
En los últimos años, los mega incendios forestales de más de 10 mil hectáreas son recurrentes en toda la región. De hecho, continuamente se baten records sobre áreas quemadas tanto en el Amazonas como en el Gran Chaco. En este aspecto, el cambio climático juega un rol clave con los aumentos de temperatura, las olas de calor y las sequías extremas, donde en algunos lugares no se registran lluvias durante meses. Por lo tanto, aunque sea de forma accidental, cualquier fuego pequeño puede terminar en un evento catastrófico si a esas características también se le suma la presencia de fuertes ráfagas de viento.
Por lo pronto, los países del sur de América ya experimentan múltiples consecuencias económicas, sociales y ambientales que van desde la pérdida de vidas, hogares, animales y alimentos hasta la pérdida de biodiversidad, cortinas de humo (donde Paraguay y Bolivia ya anunciaron la suspensión de las clases presenciales por la toxicidad del ambiente) y la denominada “lluvia negra” que podría afectar a Argentina y Uruguay.
Inicios e impactos
Para que comience un fuego se necesita materia vegetal seca disponible o algo inflamable. Además, se necesitan condiciones meteorológicas muy secas y alguien que genere una chispa, que puede ser causada de forma accidental o a propósito. Sin embargo, también hay lugares del mundo donde el fuego se prende solo y está ligado a tormentas eléctricas fuertes con rayos. Aunque el inicio es el mismo, el final es diferente.
“Depende mucho del lugar donde se queme y el entorno que tiene, las consecuencias son distintas. Si se quema la selva, estamos quemando un ecosistema que tiene una gran cantidad de carbono que queda en el ambiente. En cambio, si se incendian pastizales y matorrales, la cantidad de carbono que se quema es menor. A su vez, hay algunos ecosistemas que están más adaptados al fuego en términos de rebrote y capacidad de recuperación que otros, y pueden recuperarse relativamente rápido”, sostiene la científica.
En este sentido, hay ecosistemas y regiones donde los incendios controlados pueden favorecer el desarrollo de la ganadería, ya que se utiliza como herramienta para generar pastura. Además, el fuego muchas veces favorece la extensión de la frontera agrícola. Sin embargo, esos mismos incendios deben realizarse cada un cierto período de tiempo, lo que perjudica al ecosistema original que alguna vez supo ser.
“Un sistema que puede llegar a ser un bosque no lo es porque se vuelve a quemar cada 3, 4 o 10 años. Siempre se incendian pastizales y matorrales, y es el fuego lo que los mantiene de esa manera en muchas ciudades de América. Si uno deja de quemar eso, en 40, 50 u 80 años podría transformarse en un bosque”, explica Giorgis, quien además es docente de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba.
Mientras que hay ecosistemas adaptados al fuego que rebrotan de forma veloz, hay otros como la selva amazónica tardan cientos de años en recuperarse. Además de las condiciones naturales, las políticas públicas son claves en la toma de decisiones antes, durante y post incendios para preservar los ambientes y recuperarlos lo más rápido posible.
“Se necesitan políticas públicas de prevención y manejo del fuego para antes, durante y después de los incendios. Además, se necesitan estrategias locales que tengan en cuenta los ecosistemas, el clima, el contexto y el tipo de riesgo que puede haber. No se puede generalizar y trazar un único método como si todo fuese lo mismo“, subraya la investigadora.