Una respuesta política a la pregunta por el sentido de la Ciencia y la Tecnología

La Red PLACTS discute con el cientificismo y busca incidir en las decisiones gubernamentales desde una perspectiva nacional, popular, federal y soberana.

Santiago Liaudat también es docente de Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata.
Santiago Liaudat también es docente de Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata.

La cuestión del para qué y para quién siempre rondan en la definición de los lineamientos científicos y tecnológicos de cualquier gobierno. Casi como el ave Fénix, la discusión resurge en determinados momentos históricos. La pandemia puso otra vez sobre la mesa la necesidad de debatir la orientación y el fin de la ciencia y la tecnología. En este sentido, la Red de Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad (Red PLACTS) reflexiona sobre el valor social de la ciencia y del trabajo científico. Conformada en junio de 2020, reúne a más de 90 científicos, tecnólogos y universitarios del todo el país. Esta construcción es el resultado de más de una década de trabajo desde la cátedra libre Ciencia, Política y Sociedad, contribuciones a un pensamiento latinoamericano de la Universidad Nacional de La Plata, e intenta poner la CyT al servicio de las necesidades y problemas de la sociedad.

Santiago Liaudat, integrante de la Red PLACTS y Magister en Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), cuenta: “Uno de los objetivos de PLACTS es dar la batalla cultural dentro del sistema científico y tecnológico y discutir con el cientificismo, esa mirada de la ciencia desconectada de su contexto, de la pregunta por la relevancia de lo que hace, que solo mira para afuera y no conoce las problemáticas nacionales. Además, nos interesa incidir en el rumbo de las políticas científicas y tecnológicas del país en términos locales, provinciales y nacionales”.

Pelea inconclusa

La disputa por el sentido no es nueva. De hecho, las ideas que retoman desde la Red tuvieron su auge en PLACTED (Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología, Desarrollo y Dependencia) entre las décadas de 1960 y 1980 con autores como Oscar Varsavsky, Amilcar Herrera, Jorge Sábato y Rolando García.

Otro de los propósitos de PLACTS es tener alcance regional sumando a diversas voces latinoamericanas. “En la última oleada de gobiernos progresistas vimos que, en materia científico-tecnológica, muchas veces se mantuvo un pensamiento muy tradicional y poco crítico, donde se adoptaron los manuales que bajan del norte. A diferencia de otras áreas en que estos gobiernos propusieron transformaciones y hubo intentos de cambiar matrices, en el ámbito de la política de CyT no tenían idea de qué hacer”, afirma Liaudat, especialista en Estudios Latinoamericanos.

Además de la crítica, el integrante de la Red realiza una mirada introspectiva y destaca que no solo es déficit de los políticos, sino también de las personas que hacen ciencia y tecnología pero no se acercan hacia la política.

La stevia y la economía del conocimiento

La importancia de los saberes propios y los desarrollos autónomos quedó evidenciada con la búsqueda de respuestas contra la covid, desde las vacunas y otros tratamientos hasta la creación de barbijos. En su último libro Stevia. Conocimiento, propiedad intelectual y acumulación de capital, Liaudat utiliza al endulzante natural como excusa para explicar el papel de la explotación de conocimientos en la acumulación de capital en esta etapa del capitalismo que inició entre las décadas del 70 y 80.

A través del repaso de una historia que tiene poco más de 100 años, el autor reconstruye la historia del flujo de conocimientos en torno a la stevia: “Detrás de un discurso que apareció en los últimos años vinculado a un consumo más sano y armónico con la naturaleza, encontré una concentración y extranjerización del mercado en muy pocas manos y el papel que la propiedad intelectual tiene en este proceso”, sostiene Liaudat.

Stevia fue editado en 2021 por editorial Prometeo

Hasta el primer contacto con la ciencia moderna y occidental, la stevia era una planta usada por comunidades indígenas. A partir de la década del 60, ingresa en el mundo de las patentes y derechos, se transforma en una propiedad intelectual y se convierte en mercancía global.

Excepto en contadas excepciones como Argentina, la stevia no está permitida para su uso como hoja en bruto. A partir de 2008 se permitió el consumo de una parte ínfima de la planta altísimamente refinada. “Para llegar a ese proceso de purificación y refinamiento se necesita tecnología de punta, que es la que está protegida por la propiedad intelectual. Hay organismos técnicos como la OMS y la FAO que suelen aparecer como neutrales pero terminan favoreciendo al régimen de la propiedad intelectual”, subraya Liaudat.

Al avalar un producto con un nivel de refinamiento tan fuerte, lo que hacen estos organismos es establecer una barrera de entrada para el negocio que es muy alta. Así, solo aquellos países que tienen acceso a esa tecnología pueden vender el producto. Por eso, una de las preocupaciones de Liaudat y la Red PLACTS gira en torno a incidir en el rumbo de las políticas científicas y tecnológicas desde una mirada crítica, ética y política.


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Nicolás Retamar

Redactor. Docente y licenciado en Comunicación Social.