Desde la Antigüedad hasta el presente: ¿de qué manera se transformó el turismo?
Los primeros registros turísticos tienen más de dos milenios. De las romanas con bikini y los viajes de egresados del 1600 a la democratización del acceso con el peronismo.
Las vacaciones están pensadas como descanso del tiempo productivo. Sin embargo, el turismo es algo distinto: significa cambiar de lugar, trasladarse a otro espacio, que no sea la residencia habitual, por más de un día y menos de un año. A su vez, según la definición de la Organización Mundial del Turismo, se espera que los turistas solamente realicen gastos y no generen ingresos económicos en ese lapso. Pese a que fue mutando a lo largo de las décadas, se supone que, como tal, es algo relativamente nuevo. En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, Marlene Pedetti, directora de la Licenciatura en Turismo y Hotelería de la Universidad Nacional de Quilmes, desmitifica este relato: “La historia del turismo la contamos desde que el hombre se puso de pie y empezó a andar”.
La caza, el intercambio de productos, el comercio, las guerras y las peregrinaciones religiosas marcaron el inicio del turismo. Los primeros registros ya se encuentran en el antiguo Egipto con el río Nilo como vía de navegación. En la Antigüedad Clásica ya había personas que querían conocer las siete maravillas del mundo antiguo y hacían viajes de peregrinación a las pirámides, los jardines de Babilonia, los templos y la biblioteca de Alejandría. De hecho, el siglo V a. C. está marcado por Heródoto, quien además de ser considerado el padre de la historia, se lo denomina como el padre de la historia de los viajes.
“Heródoto dejó escrituras de lo que iba viendo en los viajes, donde no solo navegaba, sino que se metía dentro de los continentes. Sus registros históricos nos cuentan cómo hacían turismo las personas en aquella época”, señala Pedetti.
Fueron los griegos quienes instalaron una especie de “turismo deportivo”. Cuando peregrinaban a Olimpia, Delfos, Atenas y Corinto, lugares donde se practicaban los Juegos Olímpicos, no solo veían deportes, sino que había esculturas de los dioses y se realizaban reuniones sociales. También, fueron ellos quienes comenzaron con el uso del agua y los baños.
La bikini, una moda antigua
Cada cinco de julio es el día mundial de la bikini. En 1946, luego de heredar un negocio de lencería, el ingeniero y diseñador Louis Réard presentó un traje de baño de “dos piezas” para señoras. Pese a eso, este invento data de miles de años atrás. “En la época romana, alrededor del año 400 d. C., están los primeros mosaicos de mujeres con una vestimenta que parece un bikini. Uno piensa que son de 1950 y en realidad ya estaban en la antigüedad”, destaca Pedetti.
Los romanos no solo se caracterizaron por la bikini, sino también por las aguas termales y los circos. Así, instalaron coliseos y baños en cada lugar que conquistaron. En este tiempo, los grandes desplazamientos de personas fueron generando rutas. Considerados como grandes constructores de caminos, les vale el dicho que ‘todos los caminos conducen a Roma’.
¿El primer viaje de egresados?
Entre los siglos XVI y XVIII, la aristocracia británica realizó los denominados ‘Grand Tour’, una especie de viaje de egresados donde los jóvenes recién recibidos viajaban por Europa con un tutor en búsqueda de lo mejor de la cultura y las artes. Paris, Viena y Roma eran destinos fijos para ellos.
De hecho, en 1670, el sacerdote y tutor Richard Lassels lo describe por primera vez. Aunque también se piense a las guías turísticas como relativamente nuevas, las primeras son anteriores a la Antigua Grecia.
Al agua pato
Para 1600 se pusieron de moda las aguas termales. De hecho, la palabra “Spa” en realidad corresponde a una ciudad de Bélgica donde florecieron los centros termales. Curaciones de agua y tratamientos de salud y belleza eran los motivos para sumergirse. Un siglo después y con el mismo sentido, los baños de mar se establecieron como atracción. ¿Quién no se metió de chico al mar para curarse un raspón con el yodo? Para fines de del siglo XVIII, Brighton, una antigua aldea de pescadores en el sur de Inglaterra, se convirtió en el balneario más top de Europa.
Revolución turística
La Revolución Industrial trajo consigo dos grandes novedades para el desplazamiento de personas: el barco a vapor y el ferrocarril. En 1841, un inglés llamado Thomas Cook realizó el primer viaje organizado de personas en tren y, sin quererlo, descubrió que podía hacer un paquete y cobrar por el servicio. “Él fundó la agencia con su propio nombre y duró hasta la pandemia, donde quebró en 2020. Junto con Wells Fargo y American Express en EE.UU., son los primeros antecedentes de agencias de viajes”, cuenta Pedetti.
De la mano del tren se crearon cientos de destinos turísticos, lugares que estaban lejos de las grandes ciudades pero que las vías acercaban. Estos sitios todavía eran visitados solamente por un grupo minúsculo de personas de alto poder adquisitivo.
En Argentina, existieron los llamados ‘hoteles del ferrocarril’: Quequén, Tigre, Mar del Plata, Corrientes, Sierra de la Ventana, La Falda, Mendoza y muchos más. En el Éden de La Falda estuvo hospedado nada menos que Albert Einstein y en Sierra de la Ventana se refugiaron tripulantes del barco alemán Graf Spee, que combatió frente a Montevideo durante la Segunda Guerra Mundial.
No voy en tren, voy en avión
Después de la Segunda Guerra Mundial apareció el avión como posibilidad para trasladarse a cualquier destino turístico. Por ejemplo, Cuba se transformó en atractivo a mediados de la década del 40. En La Habana se crea la Asociación Internacional de Transporte Aéreo, que hasta la actualidad sigue ordenando todas las cuestiones aerocomerciales a nivel mundial. Punta del Este, Camboriu, Isla Margarita y Acapulco son algunos lugares que florecieron esta época.
El transporte aéreo permitió llegar y conectar a lugares más lejanos que antes no tenían la posibilidad de ser conocidos; y de a poco, la oferta comenzó a abaratar el precio.
Democratizar las vacaciones
Hasta 1920 aproximadamente, el turismo estuvo ligado a las clases más pudientes. Sin embargo, el lujo y el brillo dejaron paso a los hoteles chicos y familiares. Los autos, los colectivos y los hospedajes más sencillos tornaron más baratos los viajes. Cada vez fueron más las personas que pudieron acceder al turismo vacacional.
A mediados de la década del 40’, Perón impulsó el turismo social en Argentina, lo que permitió el acceso masivo a un derecho que antes era considerado un privilegio. Chapdmalal y Río Tercero fueron los lugares predilectos. La democratización del turismo fue obra de un Estado que subsidió las vacaciones de grandes familias, jubilados y pensionados, y parejas de luna de miel.
De la mano del turismo social llegó el turismo sindical, donde los gremios levantaron sus propios hoteles para que sus afiliados lo disfruten tanto en verano como en invierno. Con el turismo sindical, cuenta Pedetti, una gran cantidad de trabajadores pudo acceder a las vacaciones tal como se las concibe hoy en día.
Revisionismo viajero
A partir de la década del 60’, el turismo también empezó a ser criticado y aparecieron nuevas visiones y modos de hacer. “Se tomó conciencia del tipo de turismo extractivista que se hacía y surgió el tema de la sustentabilidad con tres ejes: ambiental, cultural y económico. Desde los 70’ y 80 toman vuelo el ecoturismo, el turismo comunitario y alternativo”, señala Marlene Pedetti, quien es magister en Desarrollo y Gestión de Destinos Turísticos de la UNQ.
A partir de ese entonces, las nuevas demandas turísticas incluyen desde lugares sofisticados hasta la vuelta a la naturaleza y un vínculo cercano con las comunidades que habitan esos sitios. Sin embargo, la pandemia modificó una vez más la forma de viajar y vacacionar; pero esa es otra historia.