Las viejas hacen la revolución: “Somos sujetas de derecho, aunque la sociedad diga lo contrario”
Un movimiento nacional feminista y federal apunta a repensar las vejeces y las problemáticas que existen para las personas mayores de 50 años.
“Nos posicionamos políticamente como viejas y buscamos mostrar que hay diferentes formas de transitar la vejez”, dice Cristina Oroño (68), integrante del colectivo La Revolución de las Viejas, a la Agencia de Noticias Científicas UNQ. Este movimiento nació en 2020 y está conformado por 32 mil mujeres de todo el país. Apunta a reflexionar sobre la representación social estereotipada que existe alrededor de las personas mayores de 50 años.
La sociedad capitalista actual se rige por la lógica utilitarista, por lo que existe un estigma alrededor de la vejez asociado a la falta de productividad y de belleza, al abuelazgo y a la muerte, en contraposición con la juventud. En una nota publicada en este medio, la psicóloga y especialista en Gerontología Comunitaria e Institucional, Mariana Mansinho explicaba que “hay una dicotomía entre ser joven ligado a cuestiones positivas y ser viejo ligado a cuestiones negativas. Nos cuesta pensar que una persona puede ser vieja y estudiar, trabajar o tener proyectos”.
En este marco, el movimiento La Revolución de las Viejas se propone romper con los estereotipos y estándares. Tal como manifiesta Oroño: “Nosotras nos posicionamos políticamente como ‘viejas’, lo que implica mostrar que hay otros perfiles, intereses, proyectos, deseos, militancias y sexualidades en este ciclo de la vida. Somos sujetas de derecho, aunque la sociedad diga lo contrario”. El colectivo, que se rige por una mirada ecológica, feminista y de derechos humanos, organiza charlas, encuentros nacionales y talleres.
De manera reciente presentaron un proyecto de ley contra todas las formas de discriminación por edad. A diferencia de la Ley Nacional contra la discriminación, esta iniciativa incluye el edadismo (discriminación contra personas por motivos de edad) y el viejismo (prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a los adultos mayores exclusivamente en función de su edad) a las políticas de antidiscriminación. También promociona el empleo para mayores e insta al Estado a implementar acciones positivas y crear capacitaciones obligatorias para establecer una perspectiva antiedadista.
Hablar de la muerte
La muerte sigue siendo un tema tabú para la sociedad occidental. Poco a poco, las personas comienzan a dialogar sobre el final de la vida, al animarse a debatir temas como la eutanasia o el suicidio.
Desde aquí, el movimiento de las viejas también se propone marcar un cambio: “Repito, reivindicamos la vejez como sujeto de derechos, nosotras elegimos cómo queremos vivir este momento, cómo transitarlo y cómo queremos morir”. Además, agrega: “En esta sociedad está prohibido hablar de la muerte, pero tenemos que hacerlo. Hay que charlar y pensarla, pero sobre todo decidir cómo queremos transitar este ciclo de la vida hasta llegar a ella”.
En contraposición a lo esperado según los estereotipos sociales, Oroño sostiene que llegar a esta edad es “bueno”. “Si llegaste a esta edad, por algo llegaste. Hay gente que no llega y es porque se murió antes”. En definitiva, alcanzar la última etapa del ciclo de vida no es más que arribar a un nuevo período.
Las locas de los pañuelos plateados
“Somos las hijas de los pañuelos blancos y las madres del pañuelo verde”, así se definen las viejas que integran este movimiento. Estas mujeres se posicionan como una continuidad de lucha de aquellas que buscaron a sus nietos y nietas desaparecidos, y como las que dieron a luz a las que buscaron la legalización del aborto. En concreto, forman una línea de continuidad con todas las mujeres que alguna vez la sociedad optó por llamar “locas”.
En busca de un símbolo que las defina, eligieron un pañuelo de color plateado: “por las canas”, dice Oroño, como si fuera una obviedad. Es que la sociedad prepara a las mujeres –y a parte de los hombres– a tenerle miedo al color gris de las canas, pero lejos de eso, las viejas se apropian de ese color y lo toman como símbolo de lucha y revolución.
Por último, Oroño explica que buscan tejer redes de solidaridad entre ellas: “Hay mujeres que llegan a esta etapa de la vida solas. Con la Revolución de las Viejas sabemos que estamos juntas, nunca solas”.