Ecofeminismo: una invitación a revertir la violencia contra las mujeres y la naturaleza

Sus referentas plantean que el sistema actual ejerce dominación contra las personas y proponen recuperar la sensibilidad y respeto por el ambiente.

Manifestación en Quito, Ecuador, abril de 2014. Créditos: Miriam Gartor / Ecología Política
Manifestación en Quito, Ecuador, abril de 2014. Créditos: Miriam Gartor / Ecología Política

En los últimos años, el ambientalismo y el feminismo han cobrado fuerza en las calles y en las agendas políticas y mediáticas. Sin embargo, lejos de ser dos espacios distintos, encuentran un punto en común: el ecofeminismo. Se trata de una teoría y un movimiento social que plantea la necesidad de un diálogo entre estas dos corrientes al entender que el sistema patriarcal y capitalista ejerce prácticas de violencia y dominación que colocan en un nivel de subordinación a las mujeres y la naturaleza. Desde este punto de vista, sostiene que el ser humano debe pensarse como un ser que es parte del entorno y no su centro, cuestionando así la mirada antropocéntrica. 

El “ecofeminismo” surge en la década de los 70’ y aparece mencionado por primera vez en la obra “Feminismo o muerte” de la francesa Françoise d’Eaubonne, que reclamaba el cuerpo femenino como propiedad de una misma. A raíz de esa mirada, muchas mujeres comenzaron a tomar conciencia sobre los riesgos que suponían los derivados del uso de pesticidas y fertilizantes en su salud.

En este sentido, la docente e investigadora de la Universidad de Río Negro y especialista en ecofeminismo, Paula Núñez, explica a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ que esta corriente “busca unir dos grandes líneas de reflexión políticas que revisan las contradicciones que ha generado la modernidad y el desarrollo. Por un lado, el feminismo con su denuncia de las mujeres que han quedado afuera y ocupan un lugar de subalternidad y de desigualdad, y por el otro, el ambientalismo que dice que nos estamos llevando por delante el planeta”. 

El "ecofeminismo" como tal es nombrado por primera vez en la obra “Feminismo o muerte” de Françoise d’Eaubonne. Créditos: Henri Rousseau, «El sueño», Museo de Arte Moderno de Nueva York
El “ecofeminismo” como tal es nombrado por primera vez en la obra “Feminismo o muerte” de Françoise d’Eaubonne. Créditos: Henri Rousseau, «El sueño», Museo de Arte Moderno de Nueva York

La científica de Bariloche continúa: “Se juntan para preguntar qué es lo que queda afuera del sistema actual: los árboles, los insectos, los animales, las mujeres, los pobres y los enfermos. El ecofeminismo plantea que hay una lógica de dominio que silencia estas voces”.

Ellos envenenan la tierra

Cuando leímos de qué se trataba el ecofeminismo nos dimos cuenta que eran procesos que a nosotras nos pasaban en la práctica desde hacía años”, cuenta Rosalía Pellegrini, dirigente de la asociación Mujeres Trabajadoras de la Tierra. La referenta rural explica que las violencias ejercidas contra las mujeres en el campo es similar a la que es sometida la naturaleza.

En esa dirección, desgloza: “Nos dimos cuenta que el tomate que producíamos no se lo dábamos a nuestros hijos, sino que lo vendíamos para pagar el alquiler de la tierra, para llegar a fin de mes y sobrevivir. Vimos que este modelo envenena la tierra, genera suelos muertos, sin microorganismos, lo que hace que se vuelvan débiles y se agarren enfermedades y plagas. Esto mismo es lo que muchas veces pasa con nuestros cuerpos”, plantea Pellegrini.

Y amplía: “Esa violencia del sistema que mercantiliza la vida y los alimentos, es la misma violencia que nos pasa a nosotras en los territorios. Allí nuestra vida no vale y lo que tenemos para decir de la producción no importa. Generalmente, los que deciden cómo producir son varones, los dueños de las grandes empresas y multinacionales son varones y los que deciden que esos venenos estén habilitados son varones”.

Frente a este sistema, desde Mujeres Trabajadoras de la Tierra buscan empoderar a las trabajadoras rurales a la vez que impulsan la agroecología. “No es más que construir lo que el sistema industrial fue degradando, entonces, se revaloriza todo porque se entiende que es una lógica de relación entre los ecosistemas. El cuidado de la biodiversidad es una de las claves para los controles biológicos y el equilibrio y reproducción de los ecosistemas. Y no solo esto, lo que reproducimos a partir de la agroecología es lo que da de comer a nuestras familias”. Además, en pos de brindar herramientas a las mujeres rurales, la organización ofrece cursos de manejo para obtener el registro y manejar sus propios vehículos, capacitaciones sobre las distintas violencias y sobre leyes. 

Rosalía Pellegrini es dirigente de la asociación Mujeres Trabajadoras de la Tierra. Créditos: Prensa / UTT
Rosalía Pellegrini es dirigente de la asociación Mujeres Trabajadoras de la Tierra. Créditos: Prensa / UTT

La referenta reclama: “Gracias a la ola verde y violeta, muchas mujeres terminamos relaciones de violencia. Eso genera hoy que muchas estén sosteniendo sus chacras solas con todo lo que eso significa, lo difícil que es encarar la producción y que sea rentable. Somos productoras y sabemos trabajar pero hay que sacar la verdura, labrar la tierra y tener maquinarias. El Estado tiene que tener políticas públicas para el campo focalizadas en las mujeres porque somos las más rezagadas”, subraya.

Volver a sentir

Núñez explica que esta corriente parte de que no se puede pensar a la sociedad separada de la naturaleza. Desde un punto de vista histórico, una de las preguntas más importantes que se ha hecho el ecofeminismo es cuándo se separan estas dos partes. La respuesta se halla en el siglo XVII con el proceso de la modernidad: “Se piensa que puede haber una apropiación del entorno que permite escindir la experiencia humana de la social tanto del entorno como con otras personas”. 

Aparece así la figura del individuo, y el ecofeminismo discute que hay miradas, en su mayoría femeninas, que fueron silenciadas y que advertían que la sociedad se encaminaba hacia un lugar de desvinculación de afectos.

Asimismo, Núñez aporta que el ecofeminismo se escribe en minúscula y debe ser dicho en plural, puesto que esta corriente no pretende ser una teoría explicativa global, sino que posee una mirada local: “Se trata de una teoría que se construye a partir de los vínculos de las sociedades con sus entornos. Busca generar sensibilidad y brindar herramientas para que la persona entienda su relación con el ambiente y la naturaleza”. 


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Luciana Mazzini Puga

Licenciada en Comunicación Social (UNQ).