Emerger de la ampolla mental: ¿Cómo se sobrepone un equipo de futbol al revés del rival?
Ante la final del mundial, María Juana Brady reflexiona sobre la necesidad del cuidado de la salud mental de los jugadores.
Esta Copa Mundial de fútbol masculino ha abierto una página al momento poco o nada explorada para los argentinos y las argentinas. La necesidad del cuidado de la salud mental de los jugadores. Una realidad que se instaló desde que, con la valentía y el tesón que muestra en la cancha, Emiliano ¨Dibu¨ Martinez salió del armario de la rudeza en un acto confesionario a decir que había requerido de la asistencia de su psicólogo personal al menos tres veces entre los partidos jugados contra Arabia Saudita y México. Tras despejar la inquietud de quién ataja los penales psíquicos del arquero argentino, de pronto comenzamos a contemplar si no con compasión, tal vez con respeto, alguna jugada poco precisa, algún penal frustrado.
En este mundial hemos asistido a una muestra de los alcances aún mayores que conciernen a la promoción de una economía psíquica saludable individual y colectiva en un equipo deportivo. Por ejemplo, el partido contra Holanda (octavos de final) se trató de cerca de 140 minutos intensos, muchas veces plagados de adversidades. Una rigurosidad casi cuestionable de parte del arbitraje que obligó a ceder el balón en varias oportunidades tiñendo de tensión el juego, tensando una cuerda muy delgada que varias veces rozó la violencia. Pero por sobre todo, el renacimiento de un rival que aunque mostrando acaso menos virtuosismo, y por estas cosas que tiene el fútbol y que a los argentinos nos gusta tanto, pudo acercarse al objetivo, hacer algún uso de sus ventajas físicas y con ello ganar seguridad.
Andre Agassi cuenta en su autobiografía que tras muchos años de acusar críticas por su comportamiento dentro y fuera de la cancha; en la soledad de sus pensamientos y su juego, tan ajenos a ese murmullo que venía del exterior, el dolor de su propio cuerpo le hizo ver el momento preciso en que su oponente empezaba a dar muestras de un corrimiento de la atención (psico-semiologicamente llamado paraprosexia), o del foco de ésta, impidiendo un desempeño eficaz. A partir de allí se dijo a sí mismo “provócale una ampolla mental”, marcando un antes y un después en su historia como tenista.
Así pues, a los 83 minutos de juego, en el equipo argentino sobrevino una ampolla mental, que con el roce de reiterados apercibimientos y otras yerbas ardía en la piel. ¿Cómo hace un deportista, un equipo para recuperar la confianza y sobreponerse a una situación así? Pues es un trabajo que se lleva a cabo en dos tiempos. Uno en lo inmediato, en los más de 7 mil metros cuadrados de césped, tratando claramente de retornar la concentración al juego, a la tarea que se está llevando a cabo.
Sin embargo nada esto podría hacerse sin un trabajo dedicado y de esfuerzo y superación que tiene lugar en los entrenamientos donde se ejercita esta capacidad, con prácticas de meditación (y en particular mindfulness) pero especialmente en los espacios que permiten la aceptación de la vulnerabilidad, e incluso de la falla. La clave radica en brindar la posibilidad de incorporarla, y al poder observarla, de hacer algo con ella lo más creativamente posible. Espacios que faciliten la distensión y la conexión con el disfrute que iniciáticamente motivara a cada uno de esos luchadores a dedicar sus horas al entrenamiento.
Con júbilo y gracias a las múltiples opciones que nos ofrece la tecnología hemos podido compartir de manera instantánea lo que fuera el día de descanso del seleccionado argentino tras el encuentro previo en los octavos de final. Fisgoneamos como en un reality show su intimidad. Eventualmente nos carcajeamos de las humoradas que nos regalaran. Es dable destacar que por fortuna, el descanso y el acercamiento a la familia, es una tendencia actual en franca oposición a la llamada concentración hermética de la que fueran defensores entrenadores de antaño. Sin desmedro de estos pues nuestras buenas alegrías nos han dado. Pero es una dicha también ser testigo de una práctica futbolística más humanizada que enriquece nuestras vidas y que propende no solo al éxito sino también al desarrollo humano.
*María Juana Brady es psiquiatra y especialista en psicología del deporte.