Cururú: ¿de qué se trata la iniciativa científica que busca proteger a los anfibios en Argentina?

Constituyen el grupo de vertebrados más amenazado a nivel mundial. En el país, un grupo de biólogos trabaja para evitar la extinción de sus poblaciones.

rana de Valcheta
La rana de Valcheta es de color pardo amarillento con manchas irregulares castañas. Foto: Hernán Povedano

Por Roxana Aramburú*

En la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, se desarrolla un programa que reúne diferentes proyectos orientados a la conservación de los anfibios argentinos. Se lo bautizó “Cururú”, el nombre guaraní que se da a los sapos. El programa se enmarca dentro del concepto de la Biología de la Conservación, una disciplina científica que se dedica al estudio de los fenómenos que afectan el mantenimiento, la pérdida y el restablecimiento de la diversidad biológica, e idealmente, a la puesta en práctica de acciones orientadas a revertir la pérdida de biodiversidad. Surgió como una respuesta a eventos de disminución en las poblaciones de ciertas especies -y posibles extinciones masivas- y el empobrecimiento de los ecosistemas, generalmente como consecuencia de la actividad humana.

Cururú es un entramado de proyectos de diferentes procedencias, gubernamentales y no gubernamentales, del ámbito académico y del formativo, de iniciativas privadas de diversa índole, pero todos orientados a la conservación de los anfibios argentinos. El Programa – apoyado por el Museo de La Plata y la Fundación Félix de Azara- fue declarado de Interés Legislativo por la Cámara de Senadores de la Provincia y Nación. El Conicet y el sitio web oficial de Casa Rosada lo declararon #OrgulloArgentino. ¿Por qué habrá sido distinguido este programa? ¿Cuál es la importancia del trabajo que realizan? Para conocer más detalles, conversamos con uno de sus líderes, el doctor Federico Kacoliris.

Federico Kacoliris nació un 24 de julio de 1977 en la ciudad de Buenos Aires pero decidió estudiar en La Plata, una ciudad a escala más humana. “Muy a mi pesar soy porteño”, bromea Federico, mientras atiende a uno de sus gatos. Ingresó en 1996 en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, donde se destacó como un alumno inquieto y poco dado a reverenciar lo establecido. Actualmente es investigador independiente del Conicet y se define como un biólogo conservacionista, con predilección por anfibios y reptiles. Según Kacoliris, el grado de amenaza de anfibios a nivel mundial es del 41 por ciento de las especies evaluadas.

-¿Cuáles son las principales razones por las cuales los anfibios se encuentran en riesgo?

-Las principales causas se relacionan con la fragmentación y pérdida de hábitat; especies invasoras; sobre-explotación, que incluye el comercio ilegal de mascotas; contaminación química; enfermedades emergentes, como quitridio y ranavirus; y cambio climático global.

-Sabemos que en el programa Cururú confluyen distintos proyectos. ¿Nos contás de qué se ocupa cada uno?

-Actualmente está conformado por cuatro proyectos. Arca de los anfibios en Argentina, por ejemplo, es un proyecto de cría ex-situ (es decir, un centro donde se cría una especie de importancia para la conservación, que se localiza por fuera de su rango natural de ocurrencia) para algunas especies de ranas en peligro de extinción. También está Meseta Salvaje, una iniciativa orientada a promover la conservación de especies amenazadas y autóctonas que habitan en la Meseta de Somuncura. Además, está el proyecto de Conservación de Anfibios en Agroecosistemas​, que incluye tareas de investigación, divulgación y comunicación sobre anfibios en sistemas productivos, y finalmente el Proyecto para el estudio y la conservación del sapito de la sierra, que es en sí una iniciativa de conservación de los relictos de pastizal del Sistema de Tandilia, utilizando al sapito de la sierra como especie “bandera”.

 

sapito de las sierras
El sapito de las sierras. Foto: Gabriela Soler.

-El Programa está plasmado en un libro, titulado Cururú. Programa de conservación y rescate de anfibios argentinos. ¿Cuál es el lugar que da el programa y sus múltiples proyectos a la comunicación?

-Tenemos algunas piezas audiovisuales en redes sociales, por ejemplo, en la página de Facebook de Meseta Salvaje hay varios. El enfoque que tenemos implica el trabajo con la comunidad, que forma parte activa de estos proyectos a través de las escuelas y las sociedades de fomento. La primera liberación exitosa de ranitas criadas en laboratorio se hizo en 2018, junto a maestros y alumnos de la Escuela Hogar Nº 76 de Chipauquil, provincia de Río Negro. Cada uno de los estudiantes apadrinó y puso nombre a las ranitas antes de liberarlas, y dado que cada animal posee una marca individual especial, el monitoreo a futuro permite informar a los chicos sobre el crecimiento y el estado de salud de cada ejemplar.  En Tandil, se da el trabajo colaborativo de los Scouts de la Ciencia, que aportan su ayuda en las tareas de campo. Próximamente se terminará de editar una película realizada por el biólogo y documentalista de naturaleza Marcelo Viñas.

comunidad del paraje Chipauquil
La comunidad del paraje rural Chipauquil (Río Negro) colabora en la protección de la rana. Foto: Hernán Povedano.

-Mencionás el proyecto Meseta Salvaje, que es una iniciativa para conservar especies amenazadas de la Meseta de Somuncurá, entre ellas la ranita del Valcheta. ¿Podrías señalar por qué es importante la cría en condiciones de laboratorio de esta ranita?

-Existen dos razones principales. Una, mantener una colonia de supervivencia de la Ranita del Valcheta para hacer frente a una potencial extinción en estado silvestre. Esto nos permite contar con individuos para llevar adelante una reintroducción, sin tomarlos de poblaciones silvestres, que son de muy pequeño tamaño. Secundariamente, esta cría permite profundizar el conocimiento sobre la especie, para luego ser aplicado en el manejo.  El programa de reintroducción de la Ranita del Valcheta es el primero de su tipo en el país y se llevó a cabo siguiendo estrictos protocolos encuadrados en una disciplina científica de reciente creación, conocida como Biología de la Reintroducción.

Kacoliris confiesa que las circunstancias de la pandemia y las restricciones de movilidad afectaron el trabajo de cría, además de la dificultad de acceso a recursos y materiales necesarios para su funcionamiento, tales como insumos de acuario y alimento para las ranas. “La imposibilidad de llevar adelante una reintroducción de individuos nacidos en cautiverio generó que las instalaciones sobrepasaran la capacidad, en cuanto a número de individuos, complicando el manejo y promoviendo la aparición de focos infecciosos debido al estrés por hacinamiento. Fue necesario entonces aislar a los individuos enfermos, crear nuevos acuarios y empezar un tratamiento adecuado”, manifiesta el especialista.

El camino de la conservación es complejo: hay que reconocer que las especies se están extinguiendo, que no hacer algo para evitarlo tiene un alto costo y que las probabilidades de fracaso serán altas. “No se trata solamente de salvar una especie, es tratar de mejorar el mundo”, finaliza Kacoliris.


*Investigadora de la UNLP y comunicadora científica.

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