La educación en las cárceles: “Se trata de reparar los derechos que no tuvieron cuando eran libres”

Trescientas personas privadas de su libertad podrán acceder a cinco carreras universitarias dictadas de manera virtual por la UNQ. La referenta Tatiana Zlatar cuenta los detalles de la iniciativa.

Doce personas privadas de la libertad en una cárcel de Florencio Varela finalizaron una experiencia alfabetizadora y fueron diplomados en Educación Popular por la UNQ. Créditos: InfoCielo.
En 2021 la UNQ brindó una capacitación a personas privadas de su libertad que les permitió poder enseñar a leer y escribir a otros compañeros. Créditos: UNQ

Recientemente, la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) firmó un convenio con el ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires (PBA), mediante el cual 300 personas privadas de su libertad alojadas en el Complejo Penitenciario de Florencio Varela podrán acceder a cinco carreras universitarias: tres tecnicaturas y dos diplomas. “Generalmente las personas que están en las cárceles provienen de sectores vulnerables. Entonces, se trata de un proceso reparatorio de los derechos que no tuvieron cuando estuvieron libres”, declara Tatiana Zlatar, subdirectora de Educación en Contextos de Encierro de la Dirección General de Cultura y Educación de PBA, a la Agencia de noticias científicas de la UNQ.

Según la Ley de Educación Nacional N° 26.206, “el ejercicio de este derecho no admite limitación ni discriminación alguna vinculada a la situación de encierro” y se debe “favorecer el acceso y permanencia en la Educación Superior y un sistema gratuito de educación a distancia”. Sin embargo, el último informe de la Procuración Penitenciaria de la Nación observa “la falta de una oferta educativa amplia que garantice a las personas privadas de su libertad el acceso al nivel superior en todos los establecimientos penitenciarios federales”. 

En este marco, Zlatar cuenta que históricamente las propuestas universitarias para los contextos de encierro plantean una lógica de cursadas libres o que los alumnos salgan para asistir a las clases y rendir los exámenes. “Sin embargo, muchas veces ocurre que los estudiantes no pueden seguir el ritmo porque, por ejemplo, no obtienen el permiso del juez para salir de la penitenciaría, no hay recursos para el traslado o son pocos los docentes que asisten a las cárceles para acompañarlos en el proceso pedagógico”, explica. 

Así, la propuesta de la Universidad Nacional de Quilmes es inédita: “Por un lado, porque el dictado de clases se realizará de manera virtual ya que los estudiantes plantearon la presencialidad como un obstáculo. Por el otro, porque habrá grupos de docentes que visiten semanalmente las unidades penitenciarias para acompañar a los estudiantes, llevarles los materiales impresos y ayudarlos en lo que necesiten”, detalla Zlatar, que también es docente de la Escuela Secundaria de Enseñanza Técnica de la UNQ.

Doce personas privadas de la libertad en una cárcel de Florencio Varela fueron diplomados en Educación Popular por la UNQ. Créditos: InfoCielo.
Créditos: UNQ

La iniciativa forma parte del Programa Puentes del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires que tiene como objetivo ampliar el derecho a realizar estudios universitarios a lo largo del territorio bonaerense.

Un mundo de resignificaciones

Los discursos sociales, mediáticos y políticos alrededor de las personas privadas de su libertad van desde no considerarles ningún tipo de derecho, como el acceso a la salud, educación y el trabajo, hasta la vereda contraria: mientras cumple la condena, la persona presa debe acceder y gozar de los mismos, tal como lo especifican las leyes. 

En este sentido, las universidades nacionales públicas cobran un papel fundamental a la hora de posibilitar el goce del derecho educativo. Ante la Agencia, Zlatar sostiene que “lo que se pone en tensión es la lógica de la cárcel, que tiene una función asegurativa y punitiva, y la de la institución educativa que concibe al sujeto bajo un panorama de derechos. Entonces, que la UNQ despliegue sus recursos para llegar a los estudiantes de las unidades penitenciarias es primordial”.

Y agrega: “La educación puede abrirle al sujeto un mundo de resignificaciones y un proceso de transformación. Hay múltiples estudios que demuestran que cuando una persona accede al nivel superior, la reincidencia es cero”. Asimismo, es un paso más hacia la desestigmatización de la figura del preso, “incluso para aquellos que están procesados pero no fueron condenados. Avanzamos contra los estereotipos que los medios y las series construyen y refuerzan a su alrededor”, comenta Zlatar.

El impacto no solo se ve reflejado en la figura del sujeto que deja de autopercibirse como preso para pasar a concebirse como un estudiante y estimular así un proyecto de vida, sino que también funciona como una apertura para los docentes al acceder a un mundo que no es el que usualmente recorren y fortalecer su formación. En definitiva, se trata de avanzar cada vez más por el camino de la inclusión universitaria gratuita.


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Luciana Mazzini Puga

Licenciada en Comunicación Social (UNQ).