Incendios forestales en Córdoba: especialistas del Conicet explican sus causas y consecuencias

La especulación inmobiliaria y la actividad ganadera son parte de los motivos, mientras que los impactos afectan la calidad del suelo, el aire y el agua. Además, reflexionan sobre las políticas públicas para aplicar antes, durante y después de cada evento.

El fuego ya consumió más de 40 mil hectáreas. Créditos: Viajando.
El fuego ya consumió más de 40 mil hectáreas. Créditos: Viajando.

Una vez más, la provincia de Córdoba atraviesa incendios forestales que avanzan y destruyen no solo la flora y la fauna, sino también las viviendas y todo lo que está a su paso. El último informe realizado por la gobernación indica que hay cuatro focos activos y que las zonas más afectadas son las del norte del Valle de Punilla. Según los últimos registros, más de 40 mil hectáreas ya fueron alcanzadas por el fuego y más de 800 bomberos, brigadistas y voluntarios intentan combatir las llamas. Sin embargo, el panorama es delicado porque los fuertes vientos y la ausencia de lluvias hace que las condiciones para la propagación del fuego se agraven. Para conocer de primera mano la situación, los motivos y el impacto del fuego, la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes dialogó con Juan Argañaraz y Melisa Giorgis, investigadores del Conicet especialistas en incendios forestales.

Ganadería y especulación inmobiliaria

Las causas son principalmente de origen antrópico y pueden ser accidentales o intencionales. En algunos casos, todavía hay alguna práctica de uso del fuego con fines ganaderos para fomentar el rebrote de los pastos, porque es una época donde está todo muy seco y el forraje natural que hay en las sierras no es muy nutritivo para el ganado”, cuenta Argañaraz, doctor en Ciencias Biológicas.

Además de la ganadería, otro motivo tiene que ver con los emprendimientos inmobiliarios que existen en determinadas zonas de la Provincia. “También se utiliza para limpiar zonas o deforestar y se habla mucho de la especulación inmobiliaria. En este aspecto, la excusa es ir degradando algunas zonas para después justificar el cambio de uso”, explica. 

Según el investigador del Conicet, aquellos lugares que se fueron urbanizando en los últimos años tienen una alta frecuencia de fuego. Incluso, existen registros de zonas que se quemaron entre 13 y 14 veces en un periodo de 30 a 35 años. “Es demasiado, es una frecuencia altísima y eso realmente evidencia o sugiere una intencionalidad muy marcada”, subraya. 

Sin embargo, Giorgis, quien es investigadora en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal, no está de acuerdo en asociar directamente los incendios con la especulación inmobiliaria: “Por un lado, porque la Ley de Bosques impide cambiar de categoría. Por otro lado, porque muchas casas en una matriz de vegetación super combustible implica cada vez más probabilidades de que, por alguna razón, comience un incendio. Para asociar el fuego con el avance inmobiliario se necesita que se perite y se investigue que el origen tuvo que ver con ese motivo“, advierte.

Una vez generadas las llamas, las condiciones climáticas ayudan a la propagación del fuego. “Este año la estación seca se está extendiendo mucho y las lluvias todavía no llegaron a gran parte de la Provincia. Los mega incendios, como el que está ocurriendo en Capilla del Monte, son aquellos que superan las 10 mil hectáreas, y son muy complicados porque son grandes y difíciles de frenar hasta que llueva”, subraya la especialista del Conciet.

De esta manera, los fuertes vientos, las altas temperaturas y la ausencia de lluvia no solo provocan que el riesgo de incendios sea extremadamente elevado, sino que apagarlos sea complejo.

Agua, aire y tierra

Las consecuencias de los incendios son múltiples e impactan en la flora, la fauna, el ambiente y la salud humana de diferentes maneras. Además de los impactos sanitarios (debido a la presencia de humo y cenizas) y económicos en el corto plazo, como la pérdida de casas, cables, alambrados, vacas y caballos, hay otros fenómenos que no se evidencian de forma tan rápida y que son igual o más preocupantes. Uno de ellos tiene que ver con el agua, su calidad y las inundaciones.

“Los incendios implican la pérdida de hábitat para muchas especies y los suelos no solo pierden fertilidad, sino capacidad de filtración de agua. En este sentido, la vegetación también es un poco protectora del impacto de las gotas de lluvia y, al favorecer la infiltración, se recargan acuíferos y el agua se mueve por debajo del suelo de forma más lenta hacia sus cursos naturales. De esta manera, mantiene el caudal más estable a lo largo del año”, explica Argañaraz. 

En cambio, al estar las sierras desprovistas de vegetación, el agua va mucho más rápido por sus cursos. Esto no solo favorece las inundaciones, sino que haya faltantes en el período seco y que muchas localidades tengan que programar cortes de suministro. A su vez, afirma Giorgis, muchas sierras de la Provincia son parte de las cuencas que dan agua a los ciudadanos. 

Una vez que comienzan las lluvias, todo ese material de cenizas que queda se arrastra y va a los ríos. En general, eso tiene un impacto directo si se asocia con una planta potabilizadora porque baja el pH del agua y, generalmente, hay que cerrar la planta porque entra mucho sedimento y se debe cambiar la dinámica de potabilización”, explica la científica del Conicet.

Con respecto al impacto ambiental, si bien se pierde toda la flora, hay muchos ecosistemas en Córdoba que tienen la capacidad de rebrotar y de cubrirse rápidamente cuando comienzan las lluvias en la temporada de verano. Sin embargo, también depende de las especies particulares y de cómo las afectó el fuego: “Si los sistemas no se vuelven a quemar inmediatamente, tienen la capacidad de recuperarse. Pero no es lo mismo un pastizal, un matorral o un bosque. Mientras que el primero tiene la capacidad de volver a lo que era antes de quemarse en cuatro o cinco años, los bosques pueden tardar mucho tiempo”, destaca Giorgis. 

Más y mejores políticas

Ambos especialistas coinciden en que las políticas públicas que llevan a cabo el gobierno provincial y nacional son insuficientes e inadecuadas. Para el investigador, “habría que profundizar más en la prevención y en las campañas de concientización. Que haya cada vez más viviendas y más personas rodeadas de combustible en un ecosistema donde hay condiciones muy favorables al fuego, es algo alarmante. Se deberían implementar políticas públicas para desalentar ese tipo de urbanizaciones y hacer algunas recomendaciones sobre las viviendas que ya existen”. 

Por su parte, la científica señala el accionar del gobierno nacional y resalta que la reducción presupuestaria impacta de forma negativa. A su vez, advierte que las políticas son reactivas y que no hay una estrategia integral de manejo. “Cuando se está prendiendo fuego la Provincia, el gobierno trata de aumentar los presupuestos y después, cuando se apaga el fuego, parece que las cosas pasan. No hay una política integral del gobierno que sea preventiva de ordenamiento territorial y que aborde tanto lo previo a los incendios, como lo que se hace durante y después. Se necesita un abordaje completo y una planificación estratégica seria”.

Y continúa: “El gobierno necesita con urgencia una base de datos sólida sobre el origen de los incendios y peritar sus causas para desarrollar estrategias preventivas eficientes y evitar innumerables pérdidas económicas, sociales y ambientales. Si nos quedamos dando vueltas en discusiones que no se resuelven hasta que se investiguen, nos desviamos del foco que realmente importa”.


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Nicolás Retamar

Redactor. Docente y licenciado en Comunicación Social.