Tener una identidad digital antes de nacer: ¿si las personas no están en las redes no existen?
Marley dio a conocer el perfil de Instagram de su hija Milenka. La bebé, que aún está en camino, no tiene una identidad física pero sí posee más de 40 mil seguidores que observarán su día a día, incluso antes del parto.
De manera reciente, el conductor argentino Marley hizo públicas las primeras imágenes de su hija Milenka a la vez que dio a conocer el perfil de Instagram de la menor que aún no nació. Al día siguiente, la publicación de las ecografías ya tenía alrededor de 189 mil likes y la nueva usuaria posee más de 40 mil seguidores. No es la primera vez que se conocen públicamente las ecografías de los hijos de famosos, ya pasó con Morena Rial o Noelia Marzol por nombrar algunos ejemplos. Lo llamativo de este caso es que se dio un paso más allá: Milenka, una bebé que aún no tiene una identidad física ni un Documento Nacional de Identidad porque no nació, sí tiene una digital y personas que seguirán su día a día. La pregunta que surge es: ¿la vida pasa por Instagram incluso antes del nacimiento? Si una persona no está en las redes, ¿no existe?
“La idea de que una persona ‘existe’ sólo si está en redes sociales refleja cómo las plataformas han ‘colonizado’ nuestra percepción de la realidad. La creación de una identidad digital antes de que exista una identidad física es un claro ejemplo de cómo las redes sociales pueden, en cierto modo, preceder y, en algún punto, condicionar la realidad tangible”, explica Natalia Corvalán, docente y especialista en Educación y Nuevas Tecnologías de la Universidad Nacional de Hurlingham, a la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
En términos de la experta, las vidas digitales y físicas se entrelazan cada vez más al punto de que “la visibilidad en redes se ha vuelto un criterio de existencia social”. “La presencia del bebé en la plataforma no es realmente sobre su ser, sino sobre la proyección de los adultos/tutores y el contenido que deciden compartir”, añade.
Además, no es menor que quienes están en las redes sociales son comunicadores (con mayor o menor alcance) y un mensaje puede ser inocente como también tener una intención por detrás. “No es solo una cuestión de mostrarse, sino también de sacar provecho de esa visibilidad. Lo que antes era privado, ahora se convierte en parte de un juego donde la exposición genera likes, seguidores y, en algunos casos, monetización”, detalla Corvalán.
Las infancias y sus derechos digitales
Desde aquí se plantean entonces dos debates actuales pero para nada novedosos: por un lado, el consentimiento de las infancias a que su imagen se difunda en redes sociales –sobre todo si el alcance es masivo– y, por el otro, la sobreexposición de las mismas.
La creación de un perfil en las redes sociales antes del nacimiento vulnera la privacidad del ser humano en camino ya que comienza a construir una identidad digital sin su consentimiento, siempre desde los ojos de sus padres, como plantea Corvalán. “El permiso de las infancias debería ser considerado incluso antes de que ellas sean capaces de comprender completamente qué significa estar presente en el mundo digital. Sin embargo, ahí surge otro dilema: ¿puede un niño/a realmente entender las implicancias de tener su imagen circulando en Internet? En realidad, las consecuencias a largo plazo pueden ser difíciles de prever, incluso para las y los adultos”, reflexiona la docente.
Y continúa: “Las infancias son sujetos de derecho, no propiedad de sus tutores/padres/familiares. Entre esos derechos, se incluye la protección de su privacidad y el respeto por su identidad. Abordar estos temas desde la Educación Sexual Integral (ESI) es fundamental, incluso desde la primera infancia, porque permite que crezcan entendiendo que su cuerpo, su imagen y su privacidad son valiosos y deben ser respetados. Recordemos que la ESI, entre otras cosas, promueve la autonomía, el consentimiento y el respeto por los derechos de las personas”.
Por otra parte, la sobreexposición desde tan temprana edad puede ser un peligro para las infancias. Siendo niños y adolescentes, su sistema cerebral está en desarrollo al igual que sus habilidades y destrezas por lo que comentarios negativos –que abundan hoy en día en las redes– o la violencia verbal puede generar algún trauma.
“Esto abre un debate sobre los derechos de las infancias y el control que puedan llegar a tener más adelante sobre su propia identidad en los entornos digitales”, considera Corvalán. Y agrega: “La vida personal y familiar se convierte en contenido para el consumo público. Desde la perspectiva de los derechos digitales, esto subraya la necesidad de que los padres/adultos responsables/tutores reflexionen críticamente sobre el impacto a largo plazo de estas decisiones en la autonomía y el bienestar de sus hijos en un entorno digital que carece del derecho al olvido”.