México: el gobierno avanza en la prohibición del cultivo de maíz transgénico

El objetivo es proteger la biodiversidad y la importancia de este cereal para la identidad y la seguridad alimentaria del país.  

Maíz nativo de la Península de Yucatán. Créditos: Fernando Morales / CIMMYT.
Maíz nativo de la Península de Yucatán. Créditos: Fernando Morales / CIMMYT.

El gobierno mexicano avanza en la prohibición del cultivo de maíz transgénico en todo el territorio nacional. Este proyecto es una iniciativa propuesta por la presidenta Claudia Sheinbaum, cuyo objetivo es reformar la Constitución Nacional para proteger las variedades de maíz existentes y fomentar las técnicas de producción agroecológicas. La medida apunta a cuidar la biodiversidad y la importancia de este cereal para la identidad y la seguridad alimentaria del país. La norma impulsada desde el Ejecutivo y conocida como “Sin maíz no hay país” ya tuvo media sanción en la Cámara de Diputados y ahora deberá pasar a la Cámara de Senadores. De las 64 variedades de maíz que existen en México, 59 son nativas. Además, el maíz blanco es la base de la dieta de sus casi 130 millones de habitantes.

América Latina ha quedado cruzada con los transgénicos y sus promesas incumplidas. La discusión evidentemente deberá darse de manera estructural tanto en cuanto a los efectos sociales, sanitarios y ambientales para poder establecer una pregunta en torno a dónde vamos y dónde queremos ir. Con frecuencia se intenta anular esta discusión bajo el terrible comentario de que tanto los transgénicos como los agrotóxicos no tienen alternativa y no hay una opción para pensar otros escenarios. No solo eso es falso en términos de agroecología, sino es impactante cómo implica una naturalización del despojo”, señala Guillermo Folguera, coautor del libro Veneno, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.

De aprobarse las modificaciones constitucionales en el Congreso, la nueva norma sostiene que “México es centro de origen y diversidad de maíz, que es un elemento de identidad nacional, alimento básico del pueblo de México y la base de la existencia de los pueblos indígenas y afromexicanos. Su cultivo en el territorio nacional debe ser libre de modificaciones genéricas producidas con técnicas que superen las barreras naturales de la reproducción o la recombinación como las transgénicas”.

En esta línea, el texto advierte que “todo otro uso del maíz genéticamente modificado debe ser evaluado en los términos de las disposiciones legales para quedar libre de amenazas para la bioseguridad, la salud y el patrimonio biocultural de México y su población. Debe priorizarse la protección de la biodiversidad, la soberanía alimentaria, su manejo agroecológico promoviendo la investigación científica humanística, la innovación y los conocimientos tradicionales”.

En torno a las semillas genéticamente modificadas, Folguera resalta que fueron un instrumento clave para consolidar el modelo de los agronegocios. “Con frecuencia se escucha la afirmación de que los transgénicos no tienen un rol significativo, sino que son sólo una parte de un modelo de agronegocios que deja efectos sanitarios y ambientales, concentración de la tierra y de la propiedad, procesos de desigualdad social y expulsión de comunidades. Sin embargo, son una estrategia fundamental porque se apropian de las semillas, intensifican un modelo agroexportador con muchas limitaciones en los commodities que se exportan, y vienen con un paquete tecnológico con agrotóxicos que profundizan los daños a la salud y el ambiente“.

A su vez, el autor del libro Ontología del despojo, subraya: “Cuando hablamos de los problemas de sequía, de los problemas ambientales, de desigualdad social y de salud, los transgénicos tienen muchísimo para responder en cuanto al rol fundamental que han tenido en las últimas décadas en nuestro país y en la región“.

El maíz grano es el cultivo que genera más valor económico para México. Sin embargo, su importancia se extiende a niveles sociales y culturales. Además de usarse como alimento, este cereal que tiene más de siete mil años y es originario de las tierras aztecas formaba parte de las ceremonias religiosas en las culturas prehispánicas. En la actualidad, de las 64 razas que habitan el territorio nacional, 59 son nativas.

Según las últimas estadísticas, México es el séptimo productor mundial de maíz: cada año se producen más de 25 millones de toneladas. A pesar que a nivel mundial la mayor cantidad de superficie sembrada corresponde a maíz amarillo, en el país predomina el maíz blanco, que es la base de la dieta de sus 129 millones de habitantes.

En este aspecto, mientras la nación se autoabastece de maíz blanco cultivado en territorio nacional, la producción de maíz amarillo (que se utiliza para alimentación animal y productos industriales) no supera el 25 por ciento de los requerimientos locales. Esto hace que deba exportar grandes cantidades de Estados Unidos, cuyo cereal en su mayoría es transgénico.

Además del amarillo y el blanco que predominan a nivel mundial, en México conviven distintas variedades de maíz con tonalidades rojas, negras y azules.


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