Se expande una red iberoamericana de soberanía alimentaria y la UNQ liderará su nodo en Argentina
El proyecto no solo analiza cuestiones de salud, alimentación y sociedad, sino que trabaja en la construcción de alternativas contra el hambre y la malnutrición.
La Universidad Nacional de Quilmes participa de la Red Iberoamericana de Investigación en Cultura y Conocimiento de los Sistemas Alimentarios (RIICCA) y en el presente ese vínculo se institucionalizará mediante nuevas acciones. Se trata de una iniciativa coordinada desde la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que construye y promueve el conocimiento científico colectivo sobre los sistemas alimentarios. De esta manera, no solo se preocupa por comprender cuestiones vinculadas al hambre, el acceso a los recursos, la salud, los alimentos y el ambiente, sino que también trabaja junto a comunidades en la construcción de alternativas sostenibles, autónomas y colectivas. En este aspecto, uno de los objetivos fundamentales es incidir en el armado de políticas públicas locales, provinciales y nacionales que promuevan una alimentación saludable y contextualizada. Además del nodo argentino conformado por la UNQ, Bolivia, Colombia, Brasil, Costa Rica, Portugal y España son algunos de los países que forman parte de RIICCA.
La particularidad que tiene la Red es el tipo de abordaje que realiza para sus estudios. Como la salud, la alimentación y la sociedad fueron variando a lo largo de las décadas, RIICCA no propone análisis donde cada especialista de una determinada disciplina realiza su diagnóstico, sino que lo hace a partir de la teoría y la metodología de los sistemas complejos impulsada por el científico argentino Rolando García, donde no hay forma de pensar y definir ningún concepto de manera aislada, sino siempre en relación con los demás.
“A través de la Supersopa y otras iniciativas, la Universidad Nacional de Quilmes tiene una tradición vinculada a la salud, la alimentación y la comunidad. Por eso, queremos territorializar la red de investigación para que articulen las universidades de diferentes países y armar un proyecto internacional”, destaca Jorge González, impulsor de RIICCA, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
Y agrega: “El objetivo es llevar adelante un programa de Altos Estudios multidisciplinario para trabajar en América Latina, África y Asia en relación a la soberanía alimentaria. Además, queremos realizar una revista que pueda ser editada en varios idiomas, impulsar un doctorado que pueda ser validado en algunas instituciones y hacer un frente de investigación, conocimiento y lucha”.
Un “ultra” problema
Los ultraprocesados son productos industrializados que se realizan a partir de ingredientes naturales, pero que tienen modificaciones que alteran su calidad. Así, pierden gran parte de sus nutrientes y suelen contener agregados como azúcares, aditivos, grasas y sal, que tienen un impacto negativo en la salud. Las galletitas, los snacks, los embutidos y las comidas preparadas son algunos de los ejemplos.
Según la Organización Mundial de la Salud, más del 40 por ciento de los niños y adolescentes en Argentina presenta exceso de peso. Incluso, en las zonas más empobrecidas, la cifra es mayor. En este sentido, González recuerda que fue la propia OMS la que pidió al gobierno mexicano que reconozca a principios del siglo XXI una pandemia de obesidad y de diabetes, con el consecuente aumento de enfermedades no transmisibles.
“La obesidad y la diabetes son un problema de salud pública que cuesta un dinero impresionante, porque cada vez hay más casos y prácticamente ya nacen niños ‘prediabéticos’. Las grandes empresas de alimentos buscan solamente la ganancia y generan adicción al azúcar, la grasa y la sal. Aunque la situación es moral en un sentido, también es política”, subraya González.
Horizonte utópico
El concepto de soberanía alimentaria no nació de la academia, sino de La Vía Campesina. Esta organización la define como “el derecho de los pueblos a alimentos saludables y culturalmente apropiados, producidos mediante métodos ecológicamente respetuosos y sostenibles, y su derecho a definir sus sistemas alimentarios y agrícolas. Pone las aspiraciones y necesidades de quienes producen, distribuyen y consumen alimentos en el centro de los sistemas y políticas alimentarias, en lugar de las demandas de los mercados y las corporaciones”.
En los países más pobres, los niveles de obesidad, diabetes y falta de acceso a alimentos saludables y nutritivos son mayores al de las otras regiones del mundo. Por lo tanto, las desigualdades se acentúan y las respuestas desde la academia, la ciencia y la política deben ser contextualizadas para cada caso, y deben ser elaboradas en conjunto con las propias comunidades.
Al respecto, el investigador mexicano reflexiona: “Enfrentamos problemas similares en América Latina, África y la región pobre de Asia. Estas cuestiones son gravísimas y no solo tienen que ver con la alimentación, sino con la capacidad de decisión sobre qué comemos y qué bebemos. Esto no está ligado solo a la seguridad alimentaria, sino a la soberanía alimentaria. Comer es un acto profundamente social y, al ser social, es profundamente económico, activamente político y contundentemente simbólico”.
La hegemonía, así como todos sus procesos de construcción y reconocimiento, tensión y luchas, “comienza en la fábrica”, decía Gramsci hace casi un siglo, pero también comienza en el surco, en el canal de riego, en los bancos de semillas ancestrales, en las cocinas y en la mesa compartida.