Natalia Aruguete: “El delito es narrado como si fuera un cuento popular, con héroes y villanos”

La investigadora y docente de la UNQ dialoga sobre su nuevo libro “El delito televisado”, cómo se representa la inseguridad en la pantalla chica y qué cambió en la cobertura sobre femicidios.

Natalia Aruguete es docente e investigadora de la UNQ y es una de las editoras del libro "El delito televisado". Créditos: Infobae
Natalia Aruguete es docente e investigadora de la UNQ y es una de las editoras del libro “El delito televisado”. Créditos: Infobae

La inseguridad, la violencia y el delito ocupan un lugar considerable en la agenda de los medios de comunicación y, más específicamente, en la de televisión. Con esto en mente, Natalia Aruguete, Martin Becerra –docentes de la UNQ–, Natalia Raimondo Anselmino y Gabriel Kessler editaron “El delito televisado”, una investigación que realizaron científicos de más de nueve universidades. 

En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas UNQ, la docente e investigadora de esta Universidad, Natalia Aruguete, detalla cómo es representado el delito en la pantalla chica, quiénes intervienen en el armado de noticias, qué cambios –o no– hubo en la cobertura de femicidios y cómo la crisis que sufre el medio afecta el producto que sale al aire. 

-¿Cómo surge esta investigación?

-Junto con investigadores de nueve universidades del país nos propusimos analizar el circuito productivo de la noticia sobre delito, violencia e inseguridad en la televisión. Para analizar cómo se representa esto en los noticieros televisivos, necesitamos entender la estructura de propiedad en los medios: cuán concentrados o desconcentrados están, cómo son las rutinas productivas de los trabajadores, cómo todo eso queda plasmado en las noticias, y finalmente ver cómo las configuraciones discursivas dialogan con los públicos.

-¿Cómo se representa el delito en la televisión?

-Hay varias dimensiones: la geolocalización del delito, el tipo de personas involucradas, la clase social de las mismas y la de los periodistas que van o no a cubrir, y la relación con las fuentes de información. Estas dimensiones tienen una influencia fundamental en cómo se configura el delito, la inseguridad y la violencia.

-A partir de estas dimensiones, ¿qué observaciones hicieron?

-Por un lado, hay un profundo sensacionalismo alrededor de cómo se presenta el evento. Por otro, se hace un encuadre centrado en el suceso en sí pero que descontextualiza totalmente los hechos. Además, los personajes involucrados son presentados dramáticamente a partir del binomio víctima-victimario.

-En ese binomio se culpabiliza a alguien…

-Cuando este tipo de hechos ocurre en sectores de clase baja, los periodistas a veces no tienen la identificación de la persona que cometió el delito y desplazan el lugar de victimario a “padres que descuidan” o a “zonas peligrosas”. Se podría decir que el delito es narrado como si fuera un cuento popular, donde hay héroes y villanos, y está atravesado por un sustrato moral muy profundo.

-Claro, en el relato periodístico se reproducen estereotipos…

-Sí, y muchas veces estos estereotipos son irreflexivos. Los periodistas no necesariamente se dan cuenta que usan estereotipos para nombrar o calificar a los distintos involucrados, sean víctimas o victimarios. En ocasiones, a partir de las entrevistas, observamos que la instancia de diálogo los lleva a inspeccionar sobre cuestiones que no tenían en cuenta. En otras ocasiones simplemente lo justifican como si fuese algo natural. Lo que nosotros vemos es que es irreflexivo en parte por la precariedad que hay en las condiciones de trabajo.

-¿Cómo es eso?

-Una de las formas en que se manifiesta la precariedad es mediante la fragmentación de las instancias que hacen al proceso productivo de la noticia. Esto se ve en la cantidad de personas que intervienen, por ejemplo, unos buscan imágenes, otros buscan información y otros la cuentan. De manera que todos esos trabajadores pierden noción del proceso general de producción de esa noticia.

Portada del libro "El delito televisado". Créditos: Apple Books
Portada del libro “El delito televisado”. Créditos: Apple Books

-Claro. También nombró la búsqueda de imágenes y pienso en cuando se muestran las llamadas “imágenes sensibles” pero el cartel que indica eso está poco visible. ¿Esto perjudica la relación con las audiencias?

-Suceden dos cosas: usualmente la fuente de información son las cámaras de seguridad, que muestran absolutamente todo, o no siempre se difuminan determinadas escenas. Además, se repiten imágenes que son profundamente sensibles al punto del morbo y eso hace que la gente no pueda dejar de mirarlo. De esta manera, se produce una retroalimentación en que se muestra y se consume continuamente. No hay un cuidado ni una ética alrededor de eso.

-¿Qué plantean los trabajadores de prensa entrevistados?

-Una de las justificaciones que dan, aunque no lo dicen explícitamente, es que hay una crisis brutal en los medios y están muy dependientes de los ingresos por publicidad. Esa dependencia somete y subordina los criterios de noticiabilidad a la necesidad de ingresos por la vía que fueren. La ética periodística queda sometida a la lógica de ganancia.

-Con respecto a los femicidios, ¿cómo vieron que fueron abordados?

-La violencia machista es un fenómeno que se fue visibilizando cada vez más. Sin embargo, independientemente si se habla de un femicidio o no, las noticias mantienen ciertos rasgos de lo que era la vieja cobertura del crimen pasional. La responsabilidad última termina recayendo en la mujer porque se negó a tener relaciones o porque ya no quería estar con ese hombre y, por ende, el enojo, el odio o la pasión lo llevó a cometer ese delito. Asimismo, cuando se trata de un caso de femicidio, es más probable que la mujer quede relegada a un segundo plano en la narración periodística, incluso siendo víctima. En este tipo de noticias, el varón sigue manteniendo el lugar protagónico.

-¿Por qué el delito ocupa un lugar tan importante en la agenda mediática? 

-Porque es atractivo y porque efectivamente es un problema que preocupa a la sociedad. Con la pandemia, el tiempo que se dedica dentro de un noticiero a este tipo de contenido se redujo al 30 por ciento, pero eso es porque el coronavirus lo reemplazó. Antes de la pandemia, más de la mitad del tiempo del noticiero estaba dedicado al relato de hechos de delitos, y eso porque no sumamos el tiempo en el que se habla de corrupción. Esta está asociada a lo político pero en realidad también debe ser considerada un caso de delito. 

– Para cerrar, ¿a qué público está dirigido este libro?

-Es un material de reflexión para los y las periodistas y una propuesta metodológica para investigadores e investigadoras. Además, puede ser leído y discutido por ciudadanos ya que es un tema que está entre los primeros puestos de la agenda pública.


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Luciana Mazzini Puga

Licenciada en Comunicación Social (UNQ).