A 77 años del Nobel de Houssay: un legado que ostenta medicina, ciencia y Estado
En 1947, el científico argentino obtuvo el galardón más importante. El repaso por la trayectoria profesional y política del primer presidente del Conicet.
El 23 de octubre de 1947, el médico argentino Bernardo Houssay se convirtió en el primer latinoamericano en obtener el Premio Nobel en Ciencias. El reconocimiento internacional se debió a sus estudios y hallazgos para entender mejor la diabetes, una enfermedad crónica que afecta a más de 400 millones de personas según la OMS. Además de ser profesional de la salud, fue un investigador comprometido que impulsó el desarrollo de la ciencia en Argentina durante décadas. De hecho, Houssay también fue el primer presidente del Conicet en 1958. Sus posturas políticas sobre el progreso y los propósitos de la investigación en el país fueron objeto de debate con colegas como Oscar Varsavsky y Rolando García. Sin embargo, su visión era clara: “Los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico-tecnológico, y los países pobres lo siguen siendo porque no lo hacen. La ciencia no es cara, cara es la ignorancia”.
La actualidad, sin embargo, no cesa en contradecir esta premisa que legó Houssay. Aunque en 2021 se aprobó la Ley de Financiamiento del Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación, que proyectaba el 0,45 por ciento del PBI para 2025 y alcanzar el 1 por ciento en 2032, la hoja de ruta del actual gobierno para el presupuesto del próximo año prevé otorgar el 0,22 por ciento.
Nacido el 10 de abril de 1887, Houssay se destacó desde niño. De hecho, se graduó de bachiller a los 13 años en el Colegio Nacional Buenos Aires, a los 17 se recibió de farmacéutico y a los 23 de médico en la Universidad de Buenos Aires. Trabajó en el actual Instituto Malbrán, donde participó de la campaña nacional sobre antídotos de víboras en distintas provincias del país, y se codeó con figuras como los doctores Salvador Mazza y Carlos Chagas.
Formó parte de la creación del Instituto de Fisiología en la Facultad de Medicina de la UBA, impulsó la creación de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias a mediados de la década del 30 (donde uno de sus objetivos era conseguir financiamiento para que los investigadores puedan desarrollar más y mejores trabajos) y fue el primer presidente del Conicet en 1958 hasta su muerte en septiembre de 1971.
Además de investigador, médico e intelectual, Houssay fue un docente que formó a varias generaciones de científicos en las aulas de la universidad pública. Tal es así que uno de sus discípulos fue el argentino Luis Federico Leloir, Premio Nobel de Química en 1970.
En 1945, junto a otros científicos destacados, Houssay publicó Fisiología humana, un tratado que fue traducido a múltiples idiomas, que constituye hito de la divulgación científica nacional y que fue la puerta de entrada para el máximo reconocimiento que obtuvo dos años más tarde. El galardón de Fisiología y Medicina se le otorgó gracias a las investigaciones y hallazgos en el papel de la hipófisis (una glándula que se encuentra debajo del cerebro) en la regulación de la cantidad de azúcar en la sangre, algo que fue clave para entender mejor la diabetes.
Si bien el investigador ya era reconocido en los grandes centros científicos, el Premio Nobel terminó de ubicarlo como una referencia mundial. Aunque fue invitado a continuar con sus trabajos en los países más desarrollados, Houssay eligió hacer ciencia en Argentina: “La ciencia no tiene patria, pero el hombre de ciencia la tiene. Por mi parte no acepté posiciones de profesor en los Estados Unidos y no pienso dejar mi país, porque aspiro a luchar para contribuir a que llegue alguna vez a ser una potencia científica de primera clase”, sostuvo.
En una época de grandes debates ideológicos sobre cómo, para qué y para quiénes debían servir la ciencia y la tecnología, la perspectiva de Houssay discutió con otras como las de Rolando García y Oscar Varsavsky. A 77 años de su reconocimiento a nivel mundial, el ganador del Nobel de Medicina es una figura indispensable para pensar en proyectos y modelos de país.
“El verdadero patriotismo está en trabajar correctamente y someter su resultado a la discusión mundial, lo que mostrará la importancia real de nuestros estudios; está también en enseñar el método y estimular el amor a la ciencia a los que nos rodean; en no temer el sacrificar las horas y posponer sus estudios para que se formen los discípulos; en estimular la crítica, en exigir el respeto y la ayuda para los que valen; en luchar por corregir lo malo o deficiente. Lo patriótico es crear un buen ambiente científico local, serio, donde se estudien los problemas objetivos que son de todos los continentes y con mucha atención los propios de nuestro país”, resaltó alguna vez.