Crisis de agua en el mundo: un conflicto que todos miran y nadie resuelve
La Ciudad de México se queda sin el recurso hídrico y restringe su uso para evitar el desabastecimiento. El caso de Argentina y otros ejemplos del planeta.
En la mente colectiva está presente el recuerdo de la crisis hídrica sin precedentes que sufrió Uruguay hasta 2023. Este año, la falta de agua acecha la Ciudad de México, una de las diez ciudades más pobladas del mundo. Según el último informe de la UNESCO, en 2022 cerca de la mitad de la población del planeta sufrió escasez severa del recurso durante al menos una parte del año. Otros territorios, como el norte de Argentina o la ciudad de Londres, también sufren crisis similares, ya sea como consecuencia del cambio climático, contaminación o mala gestión. En este artículo, la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes aborda diferentes ejemplos de lo que sucede cuando el agua se acaba.
Según el Instituto de Recursos Mundiales, una organización sin fines de lucro con sede en Estados Unidos, veinticinco países (que albergan a una cuarta parte de la población mundial) enfrentan cada año un estrés hídrico extremadamente alto y consumen regularmente casi todo su suministro de agua disponible, siendo Medio Oriente, África del Norte y el sur de Asia las regiones más afectadas. Además, “al menos el 50 por ciento de la población mundial (alrededor de 4 mil millones de personas) vive en condiciones de gran escasez de agua durante al menos un mes al año”, dicta el informe.
En este momento, México atraviesa su segunda ola de calor extremo del año, con temperaturas que superan en algunos estados los 45 grados. A su vez, la sequía se hizo más presente que nunca: entre enero y mayo de este año se registró casi un 36 por ciento menos de precipitaciones que las que ocurren habitualmente durante este período, teniendo en cuenta los datos obtenidos de 1991 a 2020 por parte del Servicio Meteorológico Nacional de México.
En este contexto, su capital, la Ciudad de México que contiene a más de 22 millones de habitantes, afronta una crisis hídrica. Durante los últimos días, los organismos encargados realizaron un ajuste del caudal de agua que se entrega a la ciudad para evitar el desabastecimiento (pasaron de 7.9 metros cúbicos por segundo (m³/s) a 6.1 m3/s, según datos oficiales).
Argentina no queda exenta. “Todos los años hay crisis hídrica, principalmente en el norte y en la zona de Cuyo, y no hay una respuesta política a nivel nacional ni provincial. Generalmente, quienes realizan acciones paliativas son los intendentes y sólo cuando las poblaciones se movilizan y hacen ruido”, explica Paula Juárez, docente investigadora del Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes, a la Agencia de Noticias Científicas.
Argentina no cuenta con una ley nacional del agua por lo que la problemática queda a merced de cada gobierno provincial. Según relata la especialista, cuando la escasez de agua cobra importancia gracias a la movilización de la población, son los intendentes los que toman medidas momentáneas para paliar la situación, como la distribución del agua vía camiones o la restricción del recurso.
“Hay poblaciones que son muy conscientes de que viven gracias al agua, como es el caso de Mendoza. Desde hace años, el gobierno provincial busca eliminar la Ley 7.722 que regula la minería y protege el recurso hídrico”, detalla Juárez. Y continúa: “Si no fuese porque la población se moviliza para defender esta legislación, el gobierno provincial podría tomar decisiones que afecten el uso consciente y sustentable del agua”.
En los últimos años, se intensificaron las movilizaciones, asambleas y colectivos que buscan poner en agenda la crisis del agua, los intereses que hay por detrás de empresas extractivistas o mineras, la contaminación que eso conlleva y el acceso restringido al agua potable por parte de las poblaciones.
El agua se acaba y los Estados no despiertan
El caso de Uruguay, primer país en declarar el acceso al agua potable y al saneamiento como derecho humano, es uno de los más recientes. Sufrió una sequía durante tres años que desencadenó una crisis hídrica histórica. El embalse Canelón Grande y Paso Severino, las dos fuentes de agua potable de Montevideo, se secaron y las autoridades tomaron medidas como captar aguas provenientes del Río de la Plata, más salada por su influencia oceánica, para no cortar el suministro. Como consecuencia, el agua corriente comenzó a salir más salobre y el 94 por ciento de los montevideanos se pasó a la envasada, según la consultora Cifra.
Del otro lado del Atlántico, en la ciudad de Londres, Inglaterra, la organización de protección de los ríos River Action denunció recientemente –tras pruebas realizadas por científicos locales– que el río Támesis está altamente contaminado por la bacteria Escherichia coli, lo que puede traer enfermedades, afecciones al sistema digestivo y, en las infancias, insuficiencia renal. Según la organización, la responsabilidad de esta contaminación recae en la compañía Thames Water que descarga líquidos residuales y sus afluentes en el río.
Otras crisis similares ocurren en el mundo, como es el caso de Irán actualmente, Ciudad del Cabo en 2018 o San Pablo en 2015. “El agua es transversal a cualquier tipo de sistema productivo o cualquier tipo de sistema de vida, debería ser una prioridad y ser considerado un eje estratégico. Se deberá hacer una gestión más sustentable y cooperativa entre países para que no sea un objeto de conflicto a futuro”, reflexiona Juárez ante la Agencia.
Y agrega: “En la medida en que haya más problemáticas ligadas a la falta de agua, como la sequía o las inundaciones que afectan a las ciudades por la deforestación y que pueden llegar a países vecinos, pueden generarse marcos de situación geopolítica. Pero, además de los gobiernos y agentes externos como empresas, son los grupos sociales quienes tienen que tener interés en la resolución de estos conflictos para presionar y proteger el agua para el consumo humano”.