América Latina y el Caribe: destacan una pobre apuesta por el conocimiento en la región
Hasta 2022, los países invirtieron un promedio de 0,56 por ciento de su PBI en Investigación y Desarrollo, lejos de naciones como Estados Unidos e Israel que asignaron el 3 y el 6 por ciento respectivamente.
Los países de América Latina y el Caribe destinaron 0,56 por ciento de sus recursos económicos para investigación y desarrollo (I+D) en 2022. El dato se desprende del informe El Estado de la Ciencia 2024 realizado por la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología. Para tomar dimensión, en ese año Israel invirtió el 6 por ciento de su PBI para I+D, mientras que Alemania, Dinamarca, Estados Unidos, Finlandia y Japón se ubicaron cerca del 3 por ciento. A nivel latinoamericano, el único país que superó la barrera del 1 por ciento fue Brasil. A pesar que Argentina promulgó en 2021 una ley para llegar al 1 por ciento de inversión del PBI en CyT para 2032, según el grupo Economía.Política.Ciencia., el actual gobierno la llevó en 2024 a 0,2 por ciento, valores similares al año 2006.
“Es importante no perder de vista que la inversión de América Latina y el Caribe representa tan solo el 2,5 por ciento del total mundial. Esta región se caracteriza, además, por un fenómeno de concentración en el cual Brasil, México y Argentina representan el 83 por ciento de su inversión total”, señala el documento.
“A nivel internacional existe un consenso acerca del papel decisivo que tiene el conocimiento en los procesos de desarrollo económico y social, tanto a nivel de las empresas como de los países y regiones. Esto se expresa en las formas habituales de definir la etapa de la historia que vivimos en términos de ‘sociedad del conocimiento’ o ‘economía basada en el conocimiento’. Más allá de los matices que deben agregarse a estas caracterizaciones, efectivamente captan el valor creciente que la ciencia, la tecnología y la educación tienen a nivel de la competitividad de las economías y del posicionamiento geopolítico de las naciones”, afirma Santiago Liaudat, integrante de la Mesa Federal por la Ciencia y la Tecnología, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
Y explica: “Las potencias tradicionales lo entendieron hace décadas y por tal razón, cuando se observa la evolución del financiamiento en el tiempo, es muy clara la tendencia al fortalecimiento de la inversión en ciencia y tecnología. Lo mismo sucede con lo que podríamos llamar las potencias emergentes, como es el caso de China, India o Brasil. A pesar de tener dinámicas políticas e institucionales y culturas nacionales muy diferentes, todos ellos han entendido que si quieren ingresar al juego grande de la política internacional y mejorar los indicadores de sus países precisan de un gran esfuerzo en ciencia, tecnología e innovación”.
En términos de continentes y bloques, Asía lideró el ranking de inversión mundial en investigación y desarrollo con 37,4 por ciento. Con cinco puntos menos lo siguieron Estados Unidos y Canadá, mientras que la Unión Europea completaron el podio con 25,4 por ciento. Por su parte, África y Oceanía aportaron el 1 por ciento cada uno.
En este sentido, el docente e investigador de la UNLP y la UTN destaca que los países marginalizados, con economías primarizadas y deterioro social, suelen presentar una baja inversión en ciencia y tecnología. “Se trata de naciones con urgencias por resolver, que hacen que a veces las prioridades estén puestas en otra parte. Pero lo cierto es que sin el valor agregado del conocimiento, sin el poder de decisión soberana que otorga contar con capacidades científico-tecnológicas, ese cuadro social se torna prácticamente inmodificable, como una condena o un destino”.
Quiénes y para qué invierten
A diferencia de los países industrializados, donde el dinero que aportan las empresas privadas supera al de los gobiernos, la situación en América Latina y el Caribe es distinta. En este aspecto, el trabajo destaca que son los propios gobiernos los que contribuyen con más de la mitad del financiamiento. Por lo tanto, el crecimiento del sector queda atado a las decisiones políticas de los presidentes y los congresos de turno.
En este aspecto, Liaudat reflexiona: “Nunca un país periférico se opondría a que el sector privado de sus economías invierta en ciencia y tecnología. De hecho, suelen plantearse distintos incentivos para lograr que eso ocurra. Pero lo cierto es que, por distintas razones, eso o no sucede o se da en magra escala. Por un lado, hay que considerar la extranjerización del aparato productivo de las regiones dependientes. Gran parte de sus empresas no son nacionales, sino que son segmentos acoplados a cadenas globales de valor y compañías globales que no realizan sus esfuerzos de investigación en estos países, sino en las regiones centrales”.
Y continúa: “Por otro lado, son pocas las firmas nacionales con el volumen de negocios como para asumir el riesgo que implica la inversión en ciencia y tecnología. Por último, hay que agregar que la inestabilidad local y ciertas lógicas culturales empresarias pueden generar reticencia también”.
Sin embargo, aún en los países centrales o desarrollados, el que regula y dirige los esfuerzos en materia de ciencia y tecnología es el Estado. Incluso, en algunos casos, lo que aparece como financiación privada son sectores promocionados por los gobiernos. En este aspecto, subraya Liaudat, los complejos militares e industriales son los motores de la innovación tecnológica en las potencias centrales y emergentes. Allí, el esfuerzo público se remite a decisiones soberanas orientadas a los intereses nacionales y sus estrategias de desarrollo.
“Antes que mirar la composición público y privada de la inversión en ciencia y tecnología, indicador que puede ser engañoso en varios sentidos, es más pertinente observar cómo se direcciona el financiamiento detrás de una política. Eso nos da la pauta de la existencia o no de un proyecto nacional. Sin proyecto nacional un país se convierte, de facto, en una colonia al servicio de intereses extranjeros”, resalta el integrante de la Red de Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad.