El sociólogo del Conicet, Gonzalo Seid, desmenuza cómo se eliminan ineficiencias en algunos campos, que no le simplifican la vida a las mayorías.

Burocracia. Del francés, bureaucratie, y este de bureau ‘oficina, escritorio’ y –cratie‘ -cracia’. Gobierno de oficinas. Según el sociólogo Max Weber, nacido en un burocrático Estado prusiano, la burocracia es la forma de organizar la administración de organizaciones públicas y privadas en sociedades modernas, masivas y complejas. La burocracia se caracteriza por la impersonalidad.
Seguir normas y procedimientos previsibles, iguales para todos, es la manera de mantener la racionalidad y evitar arbitrariedades de gobernantes. Las funciones y competencias de cada puesto están definidas de manera especializada. El cuerpo de funcionarios se organiza en una estructura jerárquica, que puede representarse en un organigrama en forma de pirámide. Esto permite el control de los procesos y que puedan rastrearse responsabilidades. Idealmente, cada funcionario contribuye al funcionamiento del sistema al cuidar los asuntos que le fueron encomendados de manera tal que pueda rendir cuentas de ser necesario.
A cambio de la racionalidad y previsibilidad que la burocracia permite, el precio es la lentitud, la ineficiencia y el formalismo sin sentido, o sea, todo lo que en lenguaje coloquial se llama burocracia y que para más precisión podría denominarse burocratismo. De un lado del mostrador se ven trámites innecesarios. Del otro, personas impacientes y caprichosas. Los sellos, las firmas y las autorizaciones, cuya razón de ser se justifica en que la organización cumpla sus fines de maneras controlables y equitativas, se convierten en obstáculos que ni siquiera son igualmente difíciles de sortear para todos.
El concepto de burocracia forma parte del acervo clásico de las ciencias sociales. Proporciona un punto de vista para observar organizaciones de todo tipo y para pensar lo político. Por ejemplo, el politólogo argentino Guillermo O’Donnell propuso en los setenta un concepto para pensar los cambios en la política latinoamericana que ocurrieron desde la década anterior. El concepto era Estado burocrático-autoritario. Refería a un gobierno militar con una élite tecnocrática. Este tipo de Estado apuntaba a modernizar la economía, pero sorteando los mecanismos democráticos de toma de decisiones. Para el caso argentino, aludía en aquel contexto a la dictadura autodenominada Revolución Argentina.
¿Cómo se desarma una burocracia?
Max Weber decía que la burocracia solo puede enfrentarse con burocracia. Un movimiento que lucha contra la burocracia, si quiere tener éxito, necesita organizarse, institucionalizarse, realizar actos administrativos. Consolidarse en el poder burocratiza: del movimiento se pasa al partido político, los proyectos se convierten en leyes y se necesita un funcionariado que ejecute las medidas, incluso las supuestamente antiburocráticas.
El gobierno actual creó un Ministerio de Desregulación. El ministro a cargo suele relatar en tono entre épico y jocoso hallazgos de normas irrelevantes o perimidas que se están suprimiendo. “Hojarasca’’. Dijo en alguna entrevista que es como el método Marie Kondo -una autora japonesa que promueve minimalismo, orden y limpieza del hogar- para el Estado. La página web del ministerio tiene un botón “Reportá la burocracia’’, que lleva a un formulario que especifica a qué tipo de burocracia alcanza: “Ayudanos a identificar y eliminar normas que sean un obstáculo para el libre comercio y la competencia”.
El gobierno actual es el primero en bastante tiempo que hace del tema lucha contra la burocracia un eje central de su relato. Posiblemente en la década del noventa hubo antecedentes y en los gobiernos las primeras décadas del dos mil solo insinuaciones tenues, como con la digitalización de algunos trámites o la agilización del DNI y pasaporte.
Interesa advertir como novedad del gobierno actual que muestra una voluntad desburocratizadora, supo captar un tema de interés y construir de la insatisfacción una demanda, autoposicionándose como quien viene a satisfacerla y sin que por el momento le surja competencia en ese terreno.
La desburocratización del discurso del gobierno es una desburocratización que no pone en agenda lo que demora un turno médico en el hospital público, o conseguir vacantes en algunas escuelas, o llevar adelante un juicio de alimentos. Es una desburocratización desigual y selectiva que solo considera legítimo, como lo declara el formulario en la página, remover obstáculos a las empresas.
Las normas que protegen a los trabajadores se cuestionan como burocracia a eliminar, mientras que las ineficiencias que dificultan el acceso a derechos se refuerzan. A los empleados públicos se les exige rendir un examen para conservar su trabajo, pero siguen atados a contratos precarios. No hay formulario para que un jubilado pueda reportar la burocracia que lo obliga a hacer más trámites para acceder a remedios.
La mano izquierda del Estado
El gobierno, pese a los discursos maximalistas de destruir el Estado, lo que hace es desmantelar o reducir organismos. Los organismos que elige son de un tipo específico, que podemos clasificar en lo que Pierre Bourdieu llamó “la mano izquierda del Estado’’, todo aquello relacionado a funciones sociales y de redistribución de bienestar, por oposición a la mano derecha, las áreas del Estado que apoyan directamente el funcionamiento del capitalismo, en áreas como seguridad, justicia y economía.
El desmantelamiento de organismos que lleva adelante el gobierno puede avanzar sin mucha resistencia popular -por el momento- quizá porque logra que se perciba como refrescante desburocratización. Hay una gran sed de desburocratización en la ciudadanía, pero, como ocurrió históricamente con la seguridad, es un tema incómodo para la agenda de espacios progresistas, del centro hacia la izquierda del espectro ideológico.
Sería interesante que se traiga al debate público la discusión por la orientación social de las desburocratizaciones y por los mecanismos democráticos y participativos en la definición de prioridades de simplificación administrativa. Una mirada progresista sobre el tema desburocratización podría a la vez evidenciar que la supuesta desburocratización del gobierno refuerza desigualdades y que se necesita otro tipo de desburocratización para el acceso efectivo a muchos derechos.