“La lengua no se calla”, un libro para repensar al lenguaje como un terreno politizado y de disputa
La autora Norma Loto recorre la historia de la gramática desde su creación hasta la incorporación de la letra “e” para reconocer a identidades no binarias.
Desde hace ya unos años, el llamado “lenguaje inclusivo” ha generado debates sobre qué es y qué deja de ser el lenguaje. ¿Quiénes lo construyen? ¿Es algo ya instaurado y definitivo o puede cambiar en el tiempo? ¿Quiénes son nombrados y quiénes no? Estas y tantas otras preguntas son las que responde la periodista feminista Norma Loto en su nuevo libro “La lengua no se calla. Apuntes sobre la exclusión y la inclusión del lenguaje” (editorial Sudestada).
El libro es un aporte para entender a la lengua como un terreno politizado, donde se disputan ideas y formas de ver y comprender el mundo. La autora brinda herramientas para analizar cómo la lengua puede incluir, pero también como fue y es aún hoy un instrumento de dominación y expulsión. Para esto, propone un recorrido que va desde la historia de la gramática de Antonio de Nebrija –la primera del castellano que fue diseñada antes del arribo de Colón a América–, su llegada al continente americano que “acalló y expulsó a las lenguas originarias”, hasta la historia del lenguaje binario y no binario (este último incorpora la letra “e”).
En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, Loto cuenta: “La lengua y el lenguaje siempre me inquietaron, sobre todo la expulsión que puede generar. En mi familia tenemos parientes desaparecidos y, a fines de los 70 y principios de los 80, había muchas palabras que no se podían pronunciar. Recuerdo que mi papá nos decía: ‘Siempre digan la palabra ‘desaparecido’. A mucha gente le generaba rechazo escuchar eso y nos generó la expulsión simbólica de parte de la sociedad”. Años más tarde, el movimiento feminista dirigió su especialización hacia el lenguaje en términos de género y dio lugar a este libro.
Nombrar para existir
Durante el recorrido histórico que hace la autora, se detiene sobre el lenguaje inclusivo, al cual define como “un campo semántico mucho más amplio de lo que se entiende a simple vista”. En sus palabras, comprende al lenguaje sexista, no sexista, el de los pueblos originarios y el de las personas con discapacidades.
En términos de género, dentro de este campo semántico, Loto diferencia entre el lenguaje no sexista (que nombra a ‘todos y todas’, ‘hombres y mujeres) y el no binario. Este último, al incorporar la letra “e” para nombrar otras identidades y salir de la contraposición “hombre/mujer”, rompe con un orden gramatical y moral “y es por eso que genera tanta molestia”.
No obstante, en su libro la autora propone ir un poco más allá de esta dualidad y hablar del “lenguaje del reconocimiento”, en el que alguien reconozca al otro según cómo se autopercibe el primero. Loto ejemplifica: “Si una persona tiene que elegir entre una fila de hombres y otra de mujeres, puede decir que no es ninguna de las dos cosas. Entonces, la pregunta será ‘¿y qué sos?’, tenés que encontrar un nombre. Y esta identificación tiene que ser reconocida por el otro para poder vivir en sociedad. Por eso es que se trata de un lenguaje del reconocimiento”.
De esta manera, el lenguaje constata la existencia, “según como nos llamen, eso vamos a ser”. Si una persona no llama a otra según como esta se autopercibe, “hay un daño lingüístico. Somos seres lingüísticos y vivimos a partir de eso”, enfatiza Loto
Un instrumento colonizador
Así como incluye, la lengua también excluye y esto quedó demostrado con la llegada del castellano al continente americano. A partir de la imposición de esta lengua y su orden gramatical, prácticamente desaparecieron las lenguas originarias y cualquier cambio que quiera golpear este orden, es causa de revuelo e indignación.
Tal es así que con la aparición de la letra “e” en el lenguaje, la Real Academia Española (RAE) y los medios de comunicación han salido a batallar en su contra. “La RAE dice que no está de acuerdo y los noticieros levantan eso automáticamente, pero ¿qué sucede ahí? ¿Seguimos haciéndole caso a lo que digan instituciones españolas? ¿Estamos dispuestos/as/es a que nos sigan colonizando?”, dice Loto e invita a pensar a los, las y les lectores de la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
Además, si bien han salido golpeados y muy duramente, la comunicadora social manifiesta que los pueblos originarios no son tan criticados como sí sucede con la lengua no binaria. “Las lenguas originarias no se las acepta ni se las critica, pero tampoco se las nombra. No son perseguidas porque no rompen con un orden moral. En los medios, se las deja hablar pero porque no van a generar tanto revuelo. En cambio, les que hablan con la lengua no binaria, es decir con la ‘e’, son ninguneades y maltratades intencionalmente”, da cuenta Loto.
Y sentencia: “La lengua es el primer acto plebeyo, la hace y construye la sociedad desde abajo para luego llegar a las instituciones. No está mal que no tengamos como referencia a la RAE porque nadie nos puede decir como podemos y no podemos hablar. Nosotres hablamos para nombrar y reconocer al otre”.
En definitiva, en tiempos donde la derecha y los movimientos negacionistas avanzan, este libro llega para recordar que el lenguaje es construido por los, las y les de siempre: desde abajo, desde la resistencia y desde la necesidad de incluir a los, las y les excluidos de siempre.